Banfield es la patria afectiva de Nicolás García. En 2019, dejó la antigua casa chorizo con 50 metros de fondo que había reformado, para recuperar una escala más manejable. Para esta nueva etapa, tomó como base la casa donde vivió con su familia desde los 3 hasta los 17 años.
En este terreno conocido, planteó una vivienda con el estilo fabril de los lofts neoyorquinos. Metódico, dirigió cada tramo de la obra, que se centró en generar un estar integrado, reformular la planta alta y ganar la terraza para el dormitorio en suite.
Antes de la reforma, el lote estuvo desocupado y fue casi devorado por un incendio que el mismo Nicolás ayudó a sofocar.
En el exterior, tomaron parte del garaje para instalar la parrilla y el mesón que tiene como estructura la base de una máquina textil familiar.
"Pasaba por la obra todos los días para repasar cada detalle. Planificar con tiempo me permitió buscar fabricantes y, en lugar de comprar algún piso disponible, encargar el que había soñado"
Para la ambientación, Nicolás confió en Rocío y Natalia Brunet, creadoras de la firma Vint Market. La experiencia de dejarse guiar en la decoración resultó enriquecedora porque descubrió nuevos matices sin prescindir de sus hallazgos en anticuarios, remates y viajes.
Los ventanales dan al patio, que funciona como una extensión del living incluso en invierno, gracias a la chimenea, que sirve para cocinar y calefaccionar. La escalera caracol comprada en remate lleva a la terraza que se conecta con la planta alta.
Después de ampliar un metro el vano existente, el portón levadizo fue la mejor opción para una apertura total hacia el patio. Junto con el hogar y la escalera, son como hitos que le dan identidad a la casa.
Las dos islas, que no estaban en los planes de Nicolás, resultaron un recurso funcional y súper cómodo.
Frappera de cobre, reloj, lámparas de quirófano sobre la isla -hallada en el piso de un anticuario y reacondicionada- y en la torre que esconde la heladera panelable (Pancho Salomón).
Con el protagonismo de los ventanales de hierro y las antigüedades, existía el riesgo de sobrecargar los ambientes. Se evitó con muebles y objetos modernos y livianos.
Las maderas de las puertas y del techo están intervenidas. En el caso del cielo raso, quemaron las tablas de saligna con el método japonés shou sugi ban y le pasaron viruta de acero para alisarlo.
La iluminación está diseñada en tres niveles: potentes artefactos AR111 “para no quedarse corto”, lámparas colgantes que dan una tonalidad cálida y otras puntuales.
“El aporte una mirada diferente para la decoración, me sirvió para desprenderme de preconceptos”, dice Nico, a gusto con ciertos muebles que él no habría elegido por su cuenta, como las mesas de hierro (Vint Market).
“Volteamos paredes y abrimos los ambientes al máximo. Con esa amplitud, aunque el lote es compacto, la casa parece enorme”.
De entrada, queda claro que aquí la idea es pasarla bien y cambiar de ritmo. El flipper comprado hace más de 20 años en un remate es la primera parada obligada.
“Colecciono cosas para coleccionar momentos”, dice Nicolás sobre algunos de los objetos que atesora en el estudio ubicado en la planta alta.
Aquí, Nicolás le dedica tiempo a algunas de variadas inquietudes. Lector voraz, también encuentra tiempo para escribir, dibujar, hacer stand up, carpintería, cuchillos artesanales, generar nuevos negocios o embarcarse en proyectos como la puesta a punto de un viejo Land Rover.
Al subir la escalera, se encuentra la suite construida donde estaba la terraza. Los colores y materiales se suavizan al avanzar hacia la planta.
Aunque pensó en dividir el ambiente, mantuvo la disposición abierta del loft, que ofrece una circulación fluida entre el sector de la cama, la bañadera y el vestidor.
La ducha está empotrada en el cielo raso. Más atrás, el vestidor suspendido con frente de incienso (Sacha Estudio).
En el antebaño, mesada de Neolith con bacha termoformada (Treffen). Espejos (Landmark). Canastos (Philippa Deco Boutique). Plantas (Ciudad Naturaleza).
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