La primera calculadora capaz de realizar multiplicaciones fue creada por un español para intentar demostrar que los estadounidenses no deben ser envidiados

2021-12-15 01:51:01 By : Ms. Lucy Cheng

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El 'Multiplicador directo de Verea' fue la primera calculadora capaz de multiplicar directamente. Una máquina ubicada en el Museo de la Sede de IBM en Nueva York y se considera el precedente de las calculadoras modernas. Uno de esos artefactos históricos de la tecnología que inventó Ramón Verea, un periodista gallego que fue expulsado de la Universidad de Santiago de Compostela por sus ideas anticlericales.

En lugar de emplear múltiples vueltas de la manivela y adiciones sucesivas, la máquina de Verea aplicó un método directo usando una serie de valores de una tabla de multiplicar codificada. Esta es su historia.

El primer invento de Ramón Verea fue una plegadora de periódicos, en 1863. Pero no consiguió financiación. No fue hasta 1874, cuando trabajaba como cambista entre Nueva York y La Habana, en Cuba, cuando quiso calcular el equivalente entre diferentes monedas y el oro, que creó su calculadora.

Aprovechando una idea de Edmund Barbour, Verea construyó una calculadora, que posteriormente patentó en 1878, donde mediante una manivela era necesario girarla tantas vueltas como dígitos hubiera para multiplicar.

Su calculadora pesaba 26 kilos, con unos 35 centímetros de largo, 23 de ancho y 20 de alto. Entre las capacidades se podría sumar y restar como en otras máquinas de la época, pero también permitiría multiplicar y dividir números de nueve dígitos, con hasta seis números en el multiplicador.

Las primeras calculadoras datan de 1820, pero para multiplicar lo que hacían era sumar varias veces. Por ejemplo, para tener 23 x 44, lo que hizo fue configurar la máquina en 23 y luego girar la palanca cuatro veces para configurar el primero de los dígitos del multiplicador. Luego, la manivela se movió hacia un lado y se volvió a girar cuatro veces más para obtener el segundo dígito. En el caso, por ejemplo, de 23 x 26, lo que se hizo es girar seis veces, ir de lado y luego dos. Con la máquina Verea esto se simplificó totalmente al poder multiplicar directamente.

La calculadora de Verea tenía dos cilindros con diferentes perforaciones y diferentes tamaños. Su funcionamiento era similar al de un telar jacquard y, en pocos años, las calculadoras mecánicas que utilizaban este sistema se convirtieron en la norma.

Cada cilindro de latón tenía diez lados, con diez agujeros. El más grande era 0 y el más pequeño y poco profundo era 9. Estos cilindros estaban expuestos y lo que tenía que hacer el usuario era apuntarlos con las agujas que entraban en ellos y se movían más o menos. Agujeros que representan los dígitos y cilindros mecánicos que actúan como tablas de multiplicar.

Durante una de las demostraciones, como lo describe el New York Herald, la calculadora pudo multiplicar 698,543,721 x 807,689 en aproximadamente 20 segundos. Increíble velocidad para la época y lo mejor que pudo, multiplicando nueve cifras por un multiplicador de seis dígitos. Una vez realizada la multiplicación, un mecanismo de seguridad devolvió todos los dígitos a cero.

A pesar de ser una de las máquinas más rápidas y precisas de la época y de haber sido premiada en la Exposición Mundial de Invenciones de Cuba en 1878, la 'Verea Direct Multiplier' nunca llegó a ser un éxito comercial. De hecho, solo se fabricaron 3 unidades.

El origen de la invención se encuentra en un puro deseo de demostrar sus capacidades. Ramón Verea, de origen gallego, tuvo que salir de España pero tenía claro que este origen no tenía por qué ser un impedimento.

Según se relata, en un artículo publicado el 1 de abril de 1881 en el diario "Las Novedades", el propio Verea describió que su "objeto de emprender un invento a primera vista imposible no era la esperanza de reembolsar ni siquiera una parte del varios miles de pesos que me he gastado; ni será con la celebridad que otros por menos adquirieron y que no ambiciono; mis motivos fueron: 1) un poco de amor propio 2) mucho amor nacional, las ganas de demostrar que en la genialidad inventiva un español puede dejar atrás las eminencias de las naciones más cultas 3) el deseo innato de aportar algo al avance de la ciencia 4) y por último, un entretenimiento acorde a mis gustos e inclinaciones ”.

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