Las razones para votar en la revocación

2022-04-21 09:59:04 By : Ms. Gao Aria

Habrán de perdonar la sufragista lectora, el abstencionista lector si esta vez escribo en primera persona, algo que no suelo hacer pero que excepcionalmente, como es el caso, se vuelve necesario porque el tema es la consulta de revocación de mandato y la personalísima decisión de participar o no en la misma. Cumplí 18 años en 1985 y no voté en esa elección porque no me interesó tramitar mi credencial de elector ya que, junto a muchos y muchas que entonces participábamos en el activismo estudiantil preparatoriano y coincidíamos con movimientos sociales, urbano-populares, sindicales y campesinos (como los Paros Cívicos Nacionales de aquellos años), manteníamos el abstencionismo como una posición política. “Pueblo no votes, organízate y lucha”, era la consigna. Y con ello tomábamos distancia de los partidos políticos, incluidos los de izquierda que participaban de la vía electoral y los que catalogábamos como ‘reformistas’ con un dejo peyorativo. El abstencionismo estaba plenamente justificado en tanto que quien organizaba las elecciones, las promocionaba, contaba los votos y validaba los triunfos era una comisión (Federal Electoral) de la Secretaría de Gobernación que entonces se parecía más a una policía política que a otra cosa. Muchas cosas, pero especialmente el fraude electoral que en esa elección impidió a Adalberto Rosas López ‘El Pelón” alzarse con el triunfo sobre un desarraigado Rodolfo Félix Valdez, confirmaban nuestra posición en el sentido de que por la vía de las urnas, la transición democrática estaba cancelada. Pero en los siguientes dos años pasaron muchas cosas. Particularmente el desprendimiento de una corriente identificada con el ‘nacionalismo revolucionario’ del PRI que, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano hizo crujir al sistema en 1988 aglutinando en su entorno a una variopinta alianza de partidos y organizaciones desde las cuales impulsamos de diversos modos esa candidatura. Apoyar la candidatura de Cuauhtémoc no fue una decisión fácil. Hubo prolongadas e intensas discusiones en diversos foros y encuentros donde finalmente algunos concluimos que las condiciones estaban dadas para lograr la primera alternancia política en el país. Otros decidieron que no y siguieron impulsando el cambio social desde otras trincheras. No se pudo. La maquinaria de Estado terminó imponiendo a Carlos Salinas de Gortari, pero la semilla de la insurgencia cívica estaba sembrada. El de Agualeguas leyó bien el mensaje de las urnas e hizo lo conducente para asimilar el golpe y reconducir las aguas de la gobernabilidad, lo que logró con relativo éxito hasta que estalló el levantamiento armado del EZLN en Chiapas pegándole en el corazón de su proyecto, el TLC con EEUU y Canadá. Entre otras cosas, lo que hizo Salinas antes de eso fue detonar una política asistencialista que atemperara los ánimos en los sectores más pobres de la población por un lado, y por el otro desaparecer la Comisión Federal Electoral dando paso al Instituto Federal Electoral, con mayores márgenes de autonomía y una composición más plural que se tradujo en mayores espacios para la oposición que, a trompicones, gritos y sombrerazos fue arrancándole poco a poco espacios de poder. Se comenzaron a ganar gubernaturas (el DF ni se diga), cada vez más capitales estatales y en el Poder Legislativo el PRI fue perdiendo posiciones hasta quedarse sin la mayoría absoluta en 1997. Con todo y las trampas y mapacherías, el voto popular se abría paso como un mecanismo para lograr la transición y se mostraban avances incipientes en la democratización de la vida pública. Había que seguir empujando por ese camino y no por el de la abstención. Volví a votar por Cárdenas en 1994 pero tampoco se pudo llevarlo a Los Pinos. Al PRI le quedaba ‘cuerda’ y supo sobreponerse incluso al asesinato de su candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio, explotando el ‘voto del miedo’, aunque ello provocó una nueva implosión en el tricolor, que seis años más tarde se sumaría a otra serie de factores muy largos de enumerar aquí, pero que seis años más tarde terminaron por arrebatarle por primera vez en la historia, la presidencia de la República. Curiosamente no fue la izquierda la que conquistó en poder en el año 2000, sino el panista Vicente Fox Quesada. En el contexto mundial también estaban pasando cosas importantes, derrumbándose paradigmas que hasta entonces marcaban fronteras muy claras en el espectro ideológico y político. Cayó el muro de Berlín y se fragmentó la Unión Soviética, por ejemplo. Los linderos ideológicos, al menos en lo electoral se fueron difuminando en México y empezaron a verse coaliciones y alianzas que en otros tiempos hubiesen parecido impensables. Para la elección presidencial del 2000, izquierdas y derechas se unieron bajo la consigna del ‘voto útil’, algo que fue determinante para el triunfo del guanajuatense. Muchos de los que hoy militan en Morena y ocupan cargos en sus gobiernos participaron de esa campaña impulsando la candidatura del panista. Yo no. Yo volví a votar por Cárdenas en el 2000 y tampoco se pudo. Desde entonces he votado por la izquierda en la presidencia (cada vez con mayores reservas, aclaro), aunque en las elecciones locales (alcaldías, diputaciones y senado) he diferenciado mi voto en más de una ocasión, básicamente porque considero que un solo partido no agrupa, por definición, a los peores o mejores [email protected] Mucho menos en estos días, cuando las afinidades al interior de los mismos no tienen que ver con lo político o lo ideológico, sino con la pura y dura disputa por el poder y de eso adolecen TODAS las opciones políticas. Así, la disyuntiva en el caso de la revocación de mandato no era el sentido del voto, pues aquí mismo lo advertimos en su momento, ni había posibilidades de que ganara el NO, ni había, bajo ningún escenario la posibilidad de que la consulta fuera vinculante, como de hecho no lo fue. Era, para mí, la posibilidad de validar un mecanismo de participación que considero debe prevalecer y perfeccionarse. Desde 1988 sin embargo, no me costaba tanto trabajo decidir votar o no votar. Lo hice por varias razones. Primero, porque creo que este tipo de ejercicios ayudan a fortalecer la cultura de participación ciudadana, tan deteriorada hoy, en detrimento de la democracia. Segundo, porque confío en el INE, que se debe reconocer, sacó el trabajo de manera casi impecable, mandatado por la ley y remando a contracorriente del aparato gubernamental. Un elemento a considerar para no asistir, fueron las documentadas trapacerías con que se llevó a cabo el proceso y que estuvieron a la vista de todos. Justamente esas prácticas fueron las que llevaron al PRI (y al PAN) a sus derrotas y estoy convencido de que el desaseo con que desde el gobierno se manipuló el proceso fue factor clave para inhibir la participación ciudadana, que no llegó ni al 20 por ciento en el plano nacional, pero en algunos estados apenas alcanzó el 10 por ciento, como es el caso de Sonora. Colofón No hubo sorpresas ni siquiera en las reacciones. Como se esperaba, la participación fue sumamente baja; con un abstencionismo del 82 por ciento no hay manera de considerar un triunfo de la democracia lo que ocurrió. El gobierno y su partido han considerado un éxito para su causa política el resultado, y la oposición para la suya, pero ni una cosa ni otra es tan cierta. Finalmente el ejercicio resultó lo que se preveía: un ensayo para probar la capacidad del gobierno en la movilización de sus clientelas electorales mediante las prácticas más ortodoxas del viejo PRI, que no le alcanzaron para acercarse siquiera al mínimo de votos requeridos para volver vinculante la consulta. La oposición asume como un triunfo para sí ese 82 por ciento de abstención, pero a esa cifra hay que restarle el 40 por ciento que usualmente no acude a las urnas. O sea, tampoco es que todos quienes se abstuvieron representan votos activos para su causa. También, como era previsible, esa parte de la oposición que llamó a votar por revocarle el mandato al presidente apenas alcanzó el seis o siete por ciento, lo cual prueba que su capacidad de convocatoria es ínfima, aunque también terminaron celebrando el resultado bajo la barroca premisa de que ‘lo importante no es ganar, sino hacer que pierda el otro’. No hay evidencia, sin embargo, de que esos 15 millones de votos perdidos hayan pasado a incrementar las simpatías por partidos opositores. De 2018 a 2022, el presidente ha perdido 15 millones de votos y esa no puede ser una buena señal para él, aunque haga malabares con los números para probar lo contrario. Y esto aplica aun considerando que en 2018 era el candidato opositor (con más discurso que recursos) y hoy es el presidente (con más recursos que discurso), que no tuvo empacho ni miramientos para utilizar todo el aparato de Estado en la promoción de la consulta. Queda mucho tiempo para ir desglosando los resultados de este primer ejercicio de revocación de mandato, al que considero un recurso válido y legítimo que debe irse perfeccionando para convertirlo en el futuro, en un mecanismo eficaz para fortalecer la cultura democrática y de participación ciudadana en la evaluación de sus gobernantes. Respeto la decisión de quienes se abstuvieron como una forma de mostrar su desacuerdo con la consulta, y de aquellos que lo hicieron para despreciar, más que el mecanismo de consulta, el desaseo con que fue manejado, lo cual debería ser una señal a leerse con honestidad entre los promotores oficiosos de la consulta. En el futuro muy próximo habrá otros procesos de este tipo y en lo que a mí respecta, estoy listo para volver a participar. Porque creo en el INE (que con todas sus imperfecciones, carencias y sesgos siempre será mejor que un órgano sometido al gobierno como era la Comisión Federal Electoral) y porque creo que hay que avanzar en este tipo de procesos plebiscitarios, que por cierto ya existen con algunas modalidades en la ley, pero que desgraciadamente son muy poco utilizados. Hasta aquí mi reporte. También me puedes seguir en Twitter @ChaposotoVisita www.elzancudo.com.mx

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