Los 50 mejores libros recomendados por 50 escritores - Lecturas Dominicales - ELTIEMPO.COM

2021-12-28 00:06:00 By : Mr. Vincent Brush

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Novela, biografía, crónica o poesía: casi todos los géneros están en los libros escogidos.

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Irene Vallejo, Siri Hustvedt, Laura Restrepo y más grandes autores eligen su mejor lectura del 2021.

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Panza de burro, de Andrea Abreu.

  Panza de burro crea una poderosa lengua literaria llevando hebras de oralidad y de poesía al telar de la escritura. En una isla canaria innombrada, Andrea persigue el desasosiego de dos niñas bajo el volcán, asfixiadas por un cielo turbio de calima. La novela se presenta en la superficie como la crónica de un verano lento con toda su crueldad latente. Poco a poco, frase a frase, teje una narración rotunda, donde los cuerpos y el hambre se adueñan del relato. Nos transporta al umbral de la pubertad, ante una inquietante procesión de miedos, euforias y violencia cotidiana. El paisaje se completa con sabias pinceladas: padres ausentes, abuelas deslenguadas como diosas caídas, la economía turística con su urbanismo implacable, el mar siempre demasiado lejos. Una semblanza de la pobreza sin edulcorar y sin tesis. Pura vida. (Le puede interesar: Credencial trae las recetas de Navidad).

Mugre rosa, de Fernanda Trìas.

Es una novela urgente y necesaria. Cuenta un mundo que al momento de su escritura parecía lejano y ya está acá. La autora lo sabía, lo vio y lo narró para nosotros. Como todo lo de Trías, toca temas literarios como el encierro, la incertidumbre del día a día, la descomposición social y personal. Y lo hace con una prosa que invita a quedarse allí, entre sus palabras, aunque lo que una está leyendo sea de una dureza perturbadora.

Diarios: a ratos perdidos, de Rafael Chirbes.

Uno de los libros más impactantes que he leído este año. Son los diarios personales del escritor español Rafael Chirbes, un libro lleno de confesiones, de sinceridad radical, de verdades devastadoras. Un libro lleno de angustia existencial, pero también de verdad y de honestidad. Lleno de emoción, un crimen y castigo de un hombre perseguido por la soledad y la literatura. Un libro duro porque la vida, no lo olvidemos, no es un cuento de hadas.

Es toda una exploración por la multiplicidad de la conciencia. Aún hoy seguimos creyendo en la identidad, en que nosotros somos nosotros. Es una ilusión. La zona racional es una parte mínima de nuestro cerebro. Somos en realidad una suma de paisajes con distintos climas y temperaturas, desiertos, tormentas, maremotos y zonas pantanosas. Varias disciplinas como la meditación, el zen, el yoga o el tai chi, entre otras, han entendido bien esa diversidad, a veces aterradora, que nos compone. Navegamos en el día a día en medio de catástrofes internas que marcan nuestras vidas. Eso es Yoga: una novela que narra este viaje complejo y alucinante por las contradicciones cotidianas que nos definen.

The Man Who Lived Underground, de Richard Wright.

Esta novela fue escrita en la década de los cuarenta, pero no se publicó hasta 2021. Sus editores estaban asustados por el material –una narrativa horrible del terror policial racista en los Estados Unidos. Brutalizado en una confesión, el héroe inocente se escapa a las alcantarillas de la ciudad para vivir aislado de los demás. La resonancia del título con Dostoievski no es accidental. El libro es a la vez filosófico y políticamente urgente. También es despiadadamente honesto respecto al costo psicológico del racismo y el aislamiento en un ser humano. Este libro me cortó hasta los huesos. (Además: ‘Strange Apparitions’: el clásico de Batman y Ciudad Gótica).

El lugar de las palabras, de María Gómez Lara.

Uno de mis libros favoritos del año es El lugar de las palabras, de María Gómez Lara, publicado por Pre-Textos, en el sello Cruz del Sur. El libro surge luego de que a la poeta colombiana le extrajeran de su cabeza un pequeño tumor con forma de corazón y de que el doctor le explicase que en el proceso podía perder el lenguaje. El poema canta la enfermedad de un modo lineal como si fuera un diario, pero la belleza del lenguaje termina trascendiendo el mero testimonio y transformando las cotidianidades en símbolos y potentes metáforas. Como dijo María Gómez Lara en una entrevista que le realicé: “Haciendo este libro descubrí que las palabras están hechas de cuerpo, que son frágiles, no solo porque no logran nombrar el mundo, sino porque tienen materia y se pueden romper”.

La señora Potter no es exactamente Santa Claus, de Laura Fernández

Mi libro favorito este año es sin duda alguna La señora Potter no es exactamente Santa Claus, de Laura Fernández, española. Es un libro de 600 páginas, de historias dentro de historias, ambientado en un pueblo ficticio, y es un encanto. Tiene una melancolía brutal, pero es muy gracioso. Es una reflexión sobre la maternidad y las posibilidades del relato y de la vida, sobre qué es estar atrapado y qué es liberarse, y de alguna manera también sobre escribir. Me reí, lloré, me deslumbró. Favorito total.

Un verdor terrible, de Benjamín Labatut.

El libro que más me gustó este año es Un verdor terrible, de Benjamín Labatut. ¿Por qué? Porque es imposible de definir. Una combinación compleja pero armoniosa de ensayo, narrativa personal y ficción. Es verdadero y visionario al mismo tiempo. Y logra la tarea más difícil de combinar ciencia y literatura, que es algo que también intento hacer. Es imposible definirlo, como es imposible definir los dos últimos años que todos hemos vivido. En resumen, es el libro que me hubiera encantado escribir. Pero bueno, él lo hizo.

La música se resiste a morir: Frank Zappa, de Manuel de la Fuente

Uno de los libros que más me han gustado no es estrictamente literario, se trata de la exhaustiva investigación de la vida del músico Frank Zappa llevada a cabo por Manuel de la Fuente en La música se resiste a morir: Frank Zappa (Alianza Editorial). No teníamos en español una biografía del visionario compositor, quien a través de cientos de canciones revolucionó la música popular occidental al fusionarla con toda clase de estilos y épocas, incluso con la música clásica y con las vanguardias artísticas. La aventura vital, no siempre feliz pero apasionante, de un verdadero genio. Además, el libro trae un código QR que da acceso gratuito a una playlist de sus composiciones más representativas.

Más allá del abismo, de Diana Pardo

Leí libros estupendos el año que se va: de Los abismos de Pilar Quintana a Qué hacer con estos pedazos de Piedad Bonnett me encontré con retratos devastadores que me pusieron en suspenso. Pero creo que puede servirle más este párrafo a un libro que acaba de salir, Más allá del abismo, relatos de líderes sociales que abren camino, de Diana Pardo, no solo porque las novelas mencionadas son ampliamente conocidas, sino porque estas páginas que digo contienen diez extraordinarias vidas en vilo –siempre en vilo– que prueban que el nuestro es tanto el relato de la violencia como el relato del coraje para dejarla atrás: en Más allá del abismo viven diez defensores de nuestros territorios, diez defensores de nuestros derechos, que nos abren paso, que nos lideran, y han tenido la fortuna de contar con el oído compasivo y respetuoso de Pardo para atravesar la indolencia que hay que atravesar si se quiere llegar hasta nosotros.

Los llanos, de Federico Falco

Es una novela hermosa que va tejiendo varias materias a la vez: el duelo, la escritura, el paisaje y la memoria, por decir lo más visible. El procedimiento mismo de la escritura va permeando página a página este tiempo del llano, que es el lugar que el personaje-narrador escoge para retirarse y procesar una pérdida amorosa. Pero también, quizás, para establecer, en una especie de tiempo detenido o en estrecha relación con los ciclos de la naturaleza, un vínculo con las palabras, con el silencio, con las genealogías familiares, con el paisaje, con ciertas lecturas y con quiénes somos y qué sentido tiene recordar, desprenderse y hacerle lugar a lo nuevo. (Lea también:  ¿Cómo y cuándo usar 'llego' y 'llegó'?).

Entangled Life, de Merlin Sheldrake.

Pocos libros me dejaron boquiabierta como el magistral Entangled Life, de Merlin Sheldrake. No estoy segura de haber aprendido tanto de un solo volumen. La investigación, la pasión y la prosa por sí sola harían de este un libro fantástico, pero Sheldrake invita a sus lectores a un mundo nuevo y magnífico… después del cual nada es igual. Cada una de sus páginas me encantó.

Las bodas de Cadmo y Harmonía, de Roberto Calasso.

Roberto Calasso murió en este 2021, segundo año de la peste. Fue uno de los sabios más deliciosamente humanos que se conozcan. Junto a otros tres italianos contemporáneos, Umberto Eco, Pietro Citati y Guido Ceronetti, Calasso forma un cuadrilátero de prodigioso conocimiento sobre casi todo lo que hay en el cielo y en la tierra, con el aditamento de que, en todos ellos, la sabiduría va de la mano de una cautivadora forma de escribir. Si debo quedarme con uno solo de los libros de Calasso, que sea Las bodas de Cadmo y Harmonía, sobre un tema inesperado, y aun así decisivo: los banquetes y festines que a lo largo de religiones y mitologías se han celebrado entre los dioses y los hombres, y las estremecedoras consecuencias históricas que ha desencadenado cada uno de esos encuentros ambiguos, electrizados y con frecuencia violentos entre lo divino y lo humano. Dice Calasso: “Invitar a los dioses arruina las relaciones con ellos, pero pone en marcha la historia. Una vida en la que los dioses no son invitados no merece ser vivida. Será más tranquila, pero sin historia”.

El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza

La escritora mexicana Cristina Rivera Garza reconstruye la vida de su hermana y su feminicidio, sucedido hace treinta años, cargando con todo el dolor, pero también con el mayor respeto y meticulosidad para que Liliana viva delante del lector. Treinta años para que la autora se decidiera a mirar en los papeles de su hermana y seguir sus pasos de juventud. Es un libro necesario porque echa la vista atrás para poder nombrar la violencia contra las mujeres. Porque las palabras nombran. La palabra feminicidio no se utilizaba en México cuando vivió Liliana. Y las mujeres, igual que ahora, no se morían, eran asesinadas. Desde 1990, el año en que Ángel González Ramos mata a Liliana, han asesinado en México a más de 56.000 mujeres. Escribe su hermana: “Ahora hay algo inexpresable y, luego entonces, ahora es posible escribir”. Imprescindible.

Brújula, de Mathias Énard.

Entre los libros que leí este año, el que más me impactó ha sido Brújula, de Mathias Énard. Con un trabajo de lenguaje apasionante, este libro nos habla de una sabiduría antigua, en la que distintas maneras de entender el mundo se cruzan. Hay veces en que casi parece una síntesis de todo lo que la humanidad ha logrado aprender con su experiencia. Páginas personales y, al mismo tiempo, una colección inagotable de historias del mundo, siempre con enorme sofisticación formal. Para mí, no solo está entre los más impactantes del año, sino de la vida. Lectura esclarecedora e inspiradora.

Tienes que mirar, de Anna Starobinets.

Lo pensé dos veces antes de leer Tienes que mirar, de la escritora rusa Anna Starobinets. Con un instinto maternal tan atrofiado como el mío, no creí que una historia autobiográfica que incluyera mujer embarazada, hijo enfermo y lucha contra el sistema hospitalario ruso por un aborto digno pudiera llegar a hacerme sentir semejante empatía. Me bastó un solo capítulo para darme cuenta de que estaba ante un testimonio escalofriante, contado con un tono frío y aséptico como de hospital. Una de las cosas que más me gustó es que la narración, pese a su crudeza, tiene momentos de una inmensa ternura. Hubo capítulos en los que me conmoví hasta las lágrimas. Varias veces me encontré reteniendo la respiración. Al final entendí que la historia no era sobre embarazos malogrados o abortos. Anna Starobinets estaba hablando sobre la frustración de ser mujer y tener que enfrentarse a un sistema que no la tiene en cuenta ni le permite decidir acerca de su propio cuerpo. Pero, sobre todo, estaba hablando acerca de la posibilidad de perder y perderse. Y no se me ocurre nada más universal y humano que eso.

Zona Uno, de Colson Whitehead

De las diecisiete novelas que he leído este año (ensayo y academia aparte), me quedo con Zona Uno, del neoyorquino Colson Whitehead, una narración filosófica sobre limpiadores de cadáveres en un NYC atiborrado de zombis; también con la impresionante crónica-biografía-saga de Juan Gabriel Vásquez Volver la vista atrás, que me animó a leer seguidas otras tres novelas que no conocía de este autor, y No hay bestia tan feroz, de Edward Bunker, sobre la reinserción de un expresidiario explicada desde la propia experiencia. Son tres recomendaciones y no una, pero es que es imposible elegir.

(Puede interesarle: La historia de la canción más versionada de la historia).

Crónica de Travnik, de Ivo Andric

Hasta este año, Ivo Andric era solo un nombre para mí, uno de estos viejos premios Nobel que había visto, pero nunca había pensado en leer. Estaba en Bosnia y un amigo me regaló Crónica de Travnik y lo devoré: ¿cómo era posible, pensé, que nunca lo hubiera leído? Es una novela como las buenas novelas que uno lee en la adolescencia, cuando pasa de la literatura infantil y empieza a enterarse de lo que es la literatura con L mayúscula. Después leí Un puente sobre el Drina, novela cuyo protagonista es... un puente, y me quedé cada vez más enfadado por el hecho de que nunca nadie me hubiera hablado de este genio. Por eso quiero rectificar este error ahora diciendo, insistiendo: amigos colombianos, ¡lean a Ivo Andric!

Naufragios, de Álvar Núñez Cabeza de Vaca

Hacemos memoria de los libros que nos gustaron en el año, y, sin embargo, muchos nombres de autores y obras desaparecen, se desvanecen; solo muy pocos, que se cuentan con los dedos de una mano, siguen allí, vivos, porque de verdad nos impactaron y perduran. Esa es la magia y también la cruel guillotina de la lectura, que al final elige lo único entre el océano de libros. Así sucede con los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, un testimonio humano y certero de la conquista, que se queda entre los pocos libros que sobreviven en la memoria. No es el conquistador, no es el descubridor, no es el religioso que justifica con el bautismo su inquisición y su maldad encubierta, es sencillamente el ser humano deslumbrado por los otros, por el paisaje no solamente natural sino humano, que sufre la esclavitud por parte de los indígenas, pero que no se arredra, por ejemplo, para dar cuenta del canibalismo entre los mismos españoles, y para enjuiciar los actos del blanco, del español, en contra de los indígenas (ese genocidio del que ya da cuenta Todorov en la Conquista de América). Cabeza de Vaca es el cronista auténtico de la conquista, y vivió en carne propia lo que cuenta, es el más veraz y profundo.

Fragmentos del Diario, de Marie Bashkirtseff

El libro Fragmentos del Diario, de la pintora y escritora rusofrancesa Marie Bashkirtseff, traducción y selección de María Teresa Priego, publicado por la UNAM. El inestable péndulo emocional de la autora, su inteligencia acróbata, el retrato de su época –y la traducción impecable–. ¿Cómo puede ser que la conocí hasta ahora? ¡Debió viajar conmigo desde hace décadas! La leo con asombro y como si llevase tiempo extrañándola. No lo dejo ya, y en cuanto pueda leeré los tomos completos –preferiré eso a la mejor biografía de Bashkirtseff: no se ve a ella misma con tanta precisión, que consigue verse mejor de lo que podría retratarla cualquier otro autor.

Mercy Street, de Jennifer Haigh

He pasado estos dos años de covid leyendo Tolstoi, lentamente, las dos grandes novelas. Nunca las había leído y sentí que, si alguna vez iba a haber un momento para ello, era ahora. No defraudan, especialmente (en mi opinión) Anna Karenina. Si no las ha leído y se siente triste y decepcionado por el estado de la literatura mundial y su futuro, lea estas dos novelas. Su espíritu esperanzado resurgirá. La mejor novela contemporánea que leí, que no es de Tolstoi, es un libro que se publicará en los Estados Unidos después de año nuevo. Se llama Mercy Street, escrito por una mujer estadounidense llamada Jennifer Haigh. Ella es un fenómeno en Francia, aunque vive en Boston. Esta es su sexta novela y la mejor, en mi opinión. Sí, se refiere al agobiante callejón sin salida político que es hoy Estados Unidos, con énfasis en el debate y la violencia que rodean el tema del aborto. Pero también es una novela con la que el mundo se sentirá en sintonía: inteligente, ingeniosa, salvaje por momentos, conmovedora, plena y lograda. Es un libro que hará que el lector sienta un parentesco con los demás y crea que el género de la novela en sí mismo está tan vivo en el planeta como lo estaba en la época de Tolstoi.

Gabo y Mercedes: una despedida, de Rodrigo García Barcha

El mejor libro que me leí este año fue el de Rodrigo García Barcha: Gabo y Mercedes: una despedida. Me encantó su tono seco y elegiaco, ese retrato terminal de nuestro dios mayor como un niño feliz y sin memoria, visitado apenas, en pequeños raptos, por su genio y su pasado. También, gracias a Jerónimo Pizarro, descubrí a un gran poeta de la lengua portuguesa: Rui Knopfli. (Siga leyendo: ‘Alicia en el País de las Maravillas’: un clásico pop).

Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez

Disfruté enormemente la lectura de Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez, que narra la historia del cineasta Sergio Cabrera y su familia en la China maoísta y en la guerrilla colombiana. Vásquez se pone en la piel de sus personajes para narrar en detalle un inquietante episodio de la historia contemporánea que lleva a preguntas decisivas: ¿cómo surgen las convicciones políticas?, ¿cuál es la génesis del fanatismo?, ¿cómo se libera el individuo de la coacción familiar y social? Invitado a una retrospectiva de sus películas, Cabrera se somete a otro tipo de revisión: un singular careo consigo mismo y con la figura paterna. Volver la vista atrás es una excepcional historia sobre la filiación, la transmisión de los valores y los desafíos de la libertad individual.

The Naked Don't Fear The Water, de Matthieu Aikins

El mejor libro que leí este año es uno que está por salir: The Naked Don’t Fear The Water: An Underground Journey with Afghan Refugees. Se trata de un libro escrito, en una prosa muy amena, por el intrépido periodista Matthieu Aikins. Una crónica sobre el viaje que hizo en 2016, cuando acompañó a Omar, su traductor y conductor afgano, en su viaje como migrante clandestino hacia Europa. Ofrece una perspectiva humana única y privilegiada de los impulsos y las peripecias que padecen los individuos dentro de la oleada creciente de refugiados que huyen de países como Afganistán buscando refugio y vidas nuevas en Occidente. El libro saldrá publicado en febrero del año entrante.

Una persona perfecta, de Jaime Arracó

Es una novela acerca de la esquizofrenia de un joven y el angustiante titilar de su mente. El gran hallazgo no es clínico ni anecdótico, como podría pensarse, es lingüístico: haber encontrado un lenguaje que tiene la velocidad y la ductilidad del agua que resbala, como el de la mente enfebrecida, como el del corazón a tientas en la noche más cerrada.

Mi suicidio, de Henri Roorda

He estado todo el año sumergida en decenas de lecturas para el libro que estoy haciendo, una especie de artefacto híbrido entre ficción y ensayo sobre creación y locura. De modo que no he leído nada publicado este año, ninguna novedad, o al menos ninguna que me haya interesado lo suficiente. Uno de los textos que más me han fascinado ha sido un pequeño libro de un belga de principios del siglo XX llamado Henri Roorda, alias Balthasar. Se titula Mi suicidio y es una especie de fascinante y tremendo ensayo sobre la finitud. Cuando terminó de escribirlo, se mató. Es un texto único, poético, profundo e inolvidable. Está en Trama Editorial.

Dante’s Indiana, de Randy Boyagoda

Brillante novela sobre el desafortunado Prin, que se muda a una ciudad devastada por los opioides a trabajar para el constructor medio loco de un parque temático cristiano. Pocas novelas capturan el absurdo distópico de la América contemporánea tan perfecta y tan dolorosamente.

Tongolele no sabía bailar, de Sergio Ramírez.

Este año leí (y reseñé para The New York Review) Tongolele no sabía bailar, de Sergio Ramírez (Alfaguara). Entre sus muchos ensayos, libros de historia y ficciones, el escritor nicaragüense (premio Cervantes 2017) tiene una serie de novelas cuyo protagonista es el maltratado detective Dolores Morales. El último de la serie es Tongolele. La trilogía se lee como una serie de novelas detectivescas divertidas, de humor negro, pero en realidad es un retrato descarnado del escandaloso duunvirato que malgobierna Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo. Personajes salidos de tu peor pesadilla, Murillo y Ortega tienen padeciendo en la cárcel a los héroes de la insurrección sandinista que derrocó al dictador Anastasio Somoza en 1979. Han acabado con cualquier barniz de democracia que pudiera haber tenido hasta ahora el régimen sandinista. En las novelas del detective Morales, Ramírez se ocupa de la corrupción del régimen, el oprobio que pesa sobre él por estupro y acoso del que lo ha acusado su propia hijastra, y, en este último libro, de las protestas estudiantiles de mayo del 2018, cuando frente a las cámaras de los reporteros grupos paramilitares dispararon contra los manifestantes. El saldo fue de miles de heridos y detenidos y trescientos muertos. En la novela aparece como responsable de la masacre una siniestra figura que podría ser (por ejemplo) Rosario Murillo, pero todo está narrado con toques surrealistas, una trama subyugante y el infalible oído de Ramírez a la hora de captar el habla tan singular, poética y procaz de sus compatriotas. Muy recomendado.

Sontag, vida y obra, de Benjamin Moser

El mejor libro que leí en 2021 fue, sin ninguna duda, Sontag, vida y obra, el libro de Benjamin Moser que ganó el Premio Pulitzer de biografía, que a pesar de sus 700 páginas se lee con una voracidad que no permite ni un minuto de aburrimiento. Su rigurosa investigación, que incluye un complejo entramado de opiniones de los que conocieron a la famosa escritora y crítica, nos va revelando, en el marco de la Nueva York interesantísima de su momento, a ese ser complejo y contradictorio que fue Susan Sontag; y lo hace con una intensidad tal que, increíblemente para un libro de ese género, nos remite página a página a nuestras propias ideas, convicciones y experiencias. Su erudición y capacidad de análisis, su humor, su ironía, su dosis de chismes, permiten también que aflore la voz de Moser, uno de los biógrafos más talentosos de este siglo.

La postal, de Anne Berest

He leído muchos libros este año, y este verano lo he pasado releyendo y releyendo a Philip Roth. Pero me gustaría citar una novela estrenada en Francia: La postal. Sé que Alfaguara compró sus derechos, por lo que los lectores de América del Sur pronto podrán leerla. Es un libro desgarrador escrito por Anne Berest. Un libro autobiográfico basado en una simple postal recibida de su madre, en la que se podían leer cuatro nombres. Cuatro personas que murieron en un campo de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, incluido el hermano y la hermana de su abuela. ¿Quién podría haber enviado una tarjeta así? Además de reconstruir el destino de su familia, Anne Berest emprenderá una investigación real. La resolución, que por supuesto no revelaré aquí, es de intensa fuerza emocional. Seguimos el curso de estos cuatro destinos rotos y nos persiguen mucho después de terminar de leer. Hay una dulzura de esperanza en la evocación de la tragedia, y la idea de que un nombre escrito en alguna parte es un nombre que nunca se olvida.

La sombra de Orión, de Pablo Montoya

Con profunda honestidad y mucho respeto, Pablo Montoya aborda el tema de los desaparecidos en los barrios de la comuna, con una prosa feraz y rabiosa descorre el infame velo de impunidad con que “la historia oficial” ha pretendido cubrir estos hechos y nos invita a contemplar por entre sus jirones, una ciudad supurante, hedionda a mierda y descomposición, escuchar sus sonidos en los que imperan los lamentos y el silencio como respuesta. Lo que en cualquier sociedad decente fungiría como hipérbole del horror, aquí es paisaje, cartografiado con coordenadas de sangre en donde las cruces, en vez de sumar, restan. Esta novela se va revelando como una polaroid siniestra que a cada golpe de mano deja ver pequeños trazos del horror, la tribulación, la atrocidad, la monstruosidad y los agravios, hasta que aparece rotundo y nítido el infierno de una Medellín enferma y también su doloroso negativo, la ciudad subterránea de los muertos invisibles con su taxonomía de pérdidas y lamentaciones, convertidas ambas en un extraordinario espacio literario que hace audibles sus voces y visibles sus ausencias.

La tierra de la gran promesa, de Juan Villoro

Creo que Juan Villoro es uno de los grandes narradores de la lengua española. Lo íntimo y lo colectivo se mezclan en este libro poderoso, punzante e hiriente. Es un libro que dialoga con el resto de la obra de su autor y constituye otro eminente ejemplo de sus cualidades literarias y de su forma de entender la complejidad de México a través de unos personajes que no pueden huir de su pasado. (Continúe leyendo: Gabriela Tafur: 'A veces me invalidan como abogada por haber sido reina’).

Gente normal, de Sally Rooney

En Gente normal, Sally Rooney utiliza las frases más simples, las palabras más directas, para contar la historia de dos jóvenes que no saben amar, que no saben cómo ser amados. Los seguimos a lo largo de su escuela secundaria y sus primeros años universitarios a principios de la década de 2010, en Irlanda. Su destino me recordó un poco al Bartleby de Melville, pero escrito por Karen Blixen. Su voluntad, tal vez reflejando nuestras sociedades, parece más inclinada a llevarlos a ambos a la autodestrucción dentro de un mundo sin sentido que a la búsqueda de la felicidad –un concepto en el que parecen creer ahora. A lo largo de mi vida he tratado de abrazar conocimiento científico para convertirlo en historias que aclaren lo que sentimos acerca de la realidad. Me parece que Sally Rooney logró darnos a todos una pista de lo que muchos sienten hoy sobre su propia existencia, sobre el mundo entero, sin siquiera mencionar ese mundo, solo sus pensamientos internos, pensamientos muy confusos y autoinhibidores. Como retrato de uno de los rasgos de nuestra época, donde los individuos egocéntricos inofensivos para los demás se sienten sin sentido, me parece que Gente normal es una obra maestra.

Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento

¿Puedo decir que el mejor libro que leí este año fue el Facundo, publicado en Chile por Domingo Faustino Sarmiento en 1845? La actualidad no debería significar gran cosa para artefactos con pretensiones de eternidad, como suelen ser los libros –aunque fracasen casi siempre. Y el Facundo es una de las mejores crónicas que se escribieron en un continente donde se han escrito grandes crónicas: un prodigio de prosa, de análisis, de energía, de violencia y de elegancia, de literatura.

Cantar es sobrevivir, de Sergio Álvarez

Escrito en una prosa clara y contundente, cuenta la historia de un periodista que es enviado a las zonas en las que se supone que el acuerdo de paz ya se implementó. Cuando las recorre se da cuenta de que la guerra sigue y los paramilitares continúan matando y desplazando a los débiles y a los líderes sociales. Las únicas formas de sobrevivir a la barbarie son la solidaridad, las ganas de vivir y el amor por la música. Desgarrado por lo que ve, debilitado por un amor imposible, el narrador-protagonista tiene, sin embargo, (o precisamente por eso) la capacidad de ver y de describir minuciosamente eso que ve. El libro incluye la banda sonora de la música que los personajes escuchan. Muy recomendado.

Ya en las primeras páginas de la nueva novela de Knausgaard uno se percata de algo sorprendente: las 3.600 páginas que componen los seis volúmenes de Mi lucha fueron un ejercicio literario (un borrador, podríamos decir) para escribir Morgenstjernen. Esa cadencia narrativa cautivante, el ritmo infatigable de eterno presente (¡verbo, verbo, verbo!), la atención exasperante a los detalles más nimios de la vida cotidiana y la digresión ocasional, contemplativa y extemporánea, que caracterizan a Mi lucha, son aquí los ladrillos con que Knausgaard fabrica una ficción monumental. La trama es tan simple como efectiva: una noche de verano aparece una nueva estrella en el cielo. En Bergen, donde transcurre gran parte de la acción, se vive un verano inusualmente caluroso y a lo largo de dos días acompañamos a una serie de personajes cuyas vidas están a punto de cambiar dramáticamente. La novela abunda en prodigios: apariciones extrañas en los bosques, animales fuera de contexto, visiones alucinadas, muertos que siguen vivos y un espantoso crimen ritual. Desde la cima de su talento narrativo, Knausgaard (sin duda el mayor escritor vivo) compone una sinfonía de un mundo estragado que está a punto de entrar en la era del caos.

Temporal, de Ramón Cote

La poesía reunida de Ramón Cote nos permite ver de un solo golpe más de treinta años de poesía. Al hilo de sus profundas verdades, de sus luminosas imágenes que nos hablan de la infancia y del arte, de la poesía y del pasado, de los paisajes sencillos y emotivos de una vida, solo puedo concluir que el proyecto poético de Ramón Cote es uno de los más contundentes y lúcidos de toda la poesía contemporánea en lengua española. Un libro en prosa: Bitácora del naufragio, de Mario Mendoza: una serie de historias breves que nos sumergen de un modo literario en las mil caras de la pandemia, una reflexión profunda sobre este tiempo difícil que debimos vivir en el que la vida se devaluó y el planeta entero estuvo en vilo.

Con total libertad, de Zadie Smith

Especialista consumada en el matiz, en el sesgo casi invisible, en la superstición, pose cultural o idolatría de la raza, de lo políticamente correcto y de los muchas veces borrosos orígenes en nuestras sociedades del mestizaje, la londinense de raíces jamaicanas Zadie Smith saca oro puro, de forma más o menos irónica, más o menos provocadora y paradójica, de cualquier cliché o reflexión precipitada. Sobre todo, para advertir a ese tipo de lector que siempre busca lo ‘puro’ y lo académicamente incuestionable, como expone a lo largo de su excelente y heteróclita reunión de ensayos Con total libertad. En ellos, esta autora no duda en rebajarse con humildad, cuando dice: “Es cierto que llevo años pensando en voz alta. No soy ni filósofa ni socióloga, ni catedrática de literatura o cine, ni licenciada en ciencias políticas, ni crítica profesional de música ni periodista titulada. Mis bases, por así llamarlas, son casi siempre íntimas, de mi propia experiencia afectiva”.

Estrella Madre, de Giuseppe Caputo

Tengo dos novelas: Estrella madre, de Giuseppe Caputo. Se interna en los territorios frágiles del habitar, en lo resuelto y en lo irresuelto, en las fantasías y deseos, en la figura simbólica de la madre que, como señala la poeta Gabriela Mistral, se fuga. Con pericia narrativa, Caputo, desde mi perspectiva, se ha instalado como una de las voces más importantes del continente. Y Mugre Rosa, de Fernanda Trías. La novela se parapeta en un pueblo indescifrable, marítimo, que Fernanda Trías maneja con una gran pericia narrativa. La novela se funda en la naturalización del desastre que va afectando a sus habitantes, se organiza desde el niño insaciable, desde el final amoroso y de una relación tempestuosa con la madre. Sus personajes, siempre singulares, articulan la novela signada por un preciso ritmo y una administración admirable de sus tiempos narrativos.

Variaciones sobre un tema dado, de Ana Blandiana

Ana Blandiana es, para mí, una de las poetas vivas más importantes e influyentes de la actualidad. Su poesía persigue siempre la sugerencia y el detalle desde la preocupación constante por persistir en la memoria y definir las honduras vitales. Estos asuntos aparecen de una forma muy conmovedora en su libro Variaciones sobre un tema dado (Visor), que aparece publicado en español en el 2021 con la impecable traducción de Viorica Patea y Natalia Carbajosa. Este monólogo es un pretexto de elegía a la muerte de su esposo, el escritor Romulus Rusan, que deja muchas inquietudes abiertas para luego prestarles las palabras exactas con el fin de responderlas y confirmar que el gran tema de la poesía de siempre ha sido y será el triunfo del amor sobre la muerte y la celebración permanente de la vida a través de la belleza y la sencillez.

Los abismos, de Pilar Quintana

Tres novelas me fascinaron en 2021: En Los abismos, de Pilar Quintana, una niña trata de entender la depresión suicida de su madre y lo turbio de su mundo, e inventa cómo sobrevivir, en una Cali que muestra con fuerza el ambiente de los años setenta. Camila Sosa, en Las malas, describe un parque de travestis de Córdoba, Argentina, donde se vive una tragedia, entre el amor y el odio extremos. Dos relatos complejos, contados con gran oído y sensibilidad, sin retóricas innecesarias. En Volver la vista atrás, Juan Gabriel Vásquez sigue la vida de Fausto y Sergio Cabrera y sus relaciones con las guerrillas. Aunque la escritura es más pulida de lo necesario, ese libro donde la reconstrucción de los hechos tiene la paciencia y precisión del historiador pero se completa con las invenciones del novelista puede ser el sueño escondido, el ideal de todo el que escribe historia.

De los libros que leí en 2021, el que más me atrapó fue Civilizaciones, de Laurent Binet, donde este gran autor francés, que ya me había fascinado con su HHhH, narra la conquista de Europa por parte de los incas y despliega una enorme erudición y una atrapante capacidad narrativa. Atahualpa y Carlos V, dos mundos, dos civilizaciones en una encrucijada insoluble. Altamente recomendable. (Lea también: Murió Anne Rice, autora de ‘Entrevista con el vampiro’).

Las primas, de Aurora Venturini

Desde la primera palabra sentimos que es un libro oral. Tiene el encanto de las “aladas palabras”, como las llama Irene Vallejo recordándonos la libertad del lenguaje hablado. Me alegra haber encontrado esta edición de Tusquets de la obra de la escritora argentina Aurora Venturini (1921-2015. La Plata), con la que a sus ochenta y cinco años había ganado en 2007 el Premio Nueva Novela, del diario Página 12. Es una historia con rasgos de tragicomedia que narra la vida de Yuna Riglos, nombre artístico que adopta la menos minusválida de una familia de mujeres de La Plata para levantarse sobre el que parecía ser su destino de gritos, suciedad, pobreza y abandono de sus familiares. Doscientas once páginas de intensidad y sabiduría humana.

Ásta, de Jón Kalman Stefánsson

Descubrí a Jón Kalman Stefánsson hace unos años. Es un autor islandés contemporáneo, de mi edad, que ha construido una poderosa y notable trilogía romántica, en la que Islandia, su historia, sus paisajes, su duro clima, juegan un papel fundamental. Stefánsson es un gran narrador, sensible, delicado y que sabe ser brutal y violento en su lenguaje cuando las escenas lo requieren. Este año leí otra novela suya, Ásta, y me encantó. Redescubrí todo lo que amo de su literatura, fuerza y arraigo en la sociedad islandesa. Pero esta novela, más actual que su trilogía, se caracteriza también por una gran libertad formal, lo que le hace optar por una construcción compleja en la que las épocas y los destinos de los personajes están entrelazados. Atrevida, Ásta presenta el magnífico retrato de esta mujer que da su nombre de pila al título del libro. Es una novela que tiene un aliento fabuloso y un encanto original.

El Zaratustra de Nietzsche, de Carl Jung

Uno de los libros que más llamaron mi atención en este 2021 fue el segundo tomo del seminario que realizó Carl Jung sobre el Zaratustra de Nietzsche –en inglés; en Zúrich– entre el invierno de 1936 y el invierno de 1939, años en los que Europa caminaba a pasos agigantados hacia una nueva guerra. Es de gran interés observar cómo, mientras Jung interpreta esta obra, se consolida el poder nazi en Alemania, proceso que, en parte, había advertido Nietzsche cuando escribió, en el crepúsculo de su razón, Así habló Zaratustra. Una gran conversación de Jung con sus contertulios sobre lo que nos ocurre a los seres humanos cuando nos inflamos, o hinchamos como decía Agustín de Hipona, y los efectos catastróficos que ello puede tener sobre un individuo o sobre toda una sociedad, si su caudillo o Führer se inflan hasta la locura.

Una historia de escalofriante suspense, pero también, un retrato de la soledad. Movidos por su necesidad de contacto humano, los personajes caen en el infierno. Como escritor, me encanta usar el género del thriller para explorar la oscuridad de los seres humanos. Y eso es lo que Mishani logra con maestría.

El corazón del daño, de María Negroni

El corazón del daño, el último libro de la poeta argentina María Negroni, es un libro que oscila entre géneros literarios. Es al mismo tiempo una carta de amor desde la herida, un ensayo sobre la literatura, un incursionar en la memoria, una pequeña novela y un poema narrativo largo. En este libro, una voz narrativa arremete contra la figura de una madre que ya ha muerto. La narradora nos hace entrar profundamente en el vínculo madre-hija, a través de escenas mínimas, que, sin embargo, cargan una potencia emocional que acecha al lector. Transitamos al leerlo un abanico de sensaciones muy en carne viva: desde el amor desbordado, casi fanático, de la niña por la madre, hasta el dolor intenso y brillante de vivir con su lejanía, con su desprecio cotidiano, con la sombra de su propio drama. También acompañamos a la narradora en la furia de su adolescencia y en la potencia de crear el propio mundo, lejos de la madre, rompiendo con todos los mandatos, pero sin poder deshacer lo más secreto del vínculo, con su amor y su peso. Se trata de un libro potente, agudo y, sin embargo, sencillo. Un libro que gana por knockout.

El balcón en invierno, de Luis Landero

Después de haber leído Lluvia fina, la anterior obra maestra de Luis Landero, estaba a punto de meterme en su último libro, El huerto de Emerson (2021), pero una nota aclaratoria lo definía como una continuación de su biografía novelada El balcón en invierno (2014). Desde que descubrí a Landero, hace ya muchos años, con cada libro suyo confirmo que es uno de los grandes de la literatura en nuestro idioma. El balcón en invierno lo ratifica, no solo por la belleza y perfección de su escritura, sino porque, al ser un libro autobiográfico, se revela el alma del genio que hay detrás de sus textos. Un genio digno de imitar, además, por su actitud dentro del oficio. Ajeno al exhibicionismo literario, distante del pavoneo intelectual, Landero es un maestro de las letras, de la discreción y la humildad, y en este libro vemos cómo un hombre de origen campesino, que trabajó como repartidor de comidas, como asistente en un taller de mecánica, entre otros oficios, llega a convertirse en una catedral de la literatura española. Fernando Aramburu dice de Landero: “Yo, de este hombre leería hasta la lista del mercado”. Le doy la razón mientras me alisto, ya sí, para leer El huerto de Emerson, con la certeza de que voy a encontrarme con otra de sus joyas literarias.

How to be Both, de Ali Smith

Uno de los mejores libros que leí este 2021 es How to be Both. Ali Smith es una escritora escocesa a la que admiro mucho, alguien que en mi opinión escribe con una inteligencia finísima. Este es un libro que empecé a leer hace unos años y con el que no conecté. Así que lo abandoné. Pero esta primavera leí Autumn, de la misma autora, y decidí darle otra oportunidad. Y no solamente me gustó profundamente, sino que creo que es de lo mejor que leí este año. Me encanta que puedan pasar estas cosas. Que ciertos libros requieran un momento concreto, y que si no es la hora te esperen, sin rencores, para que llegues a ellos cuando estés listo/a. (Le puede interesar: ‘Palabra tomada’: una conmemoración de la abolición de la esclavitud).

Klara y el sol, de Kazuo Ishiguro

Desde el punto de vista de una androide que acompaña a una preadolescente afectada por una enfermedad terminal, la prodigiosa narración de Kazuo Ishiguro nos enfrenta una vez más a encumbradas, difíciles y dolorosas emociones relacionadas con la vulnerabilidad de la condición humana. Más allá de la inteligencia, ¿qué nos hace únicos?, ¿nuestra conciencia resulta suficiente para dar prueba de que existimos?, ¿acaso nuestros preciados recuerdos se reducen a una simple ensoñación?, ¿los sucesos insignificantes en realidad ocultan lo más relevante de nuestras vidas? Son algunas de las preguntas que flotan en esta bella novela. Si bien atraviesa por algunos tópicos propios de la ciencia ficción, esta historia se dirige más hacia la indagación por el poder de la amistad verdadera y la necesidad de los otros. Klara, la robot convencida de que el sol es una deidad que puede salvar vidas y que solo necesita de una ventana para observar el mundo, vislumbra desde la inocencia la importancia y el valor del sacrificio; en su solitario y anónimo heroísmo me hizo pensar que tal vez solo somos aquellos a los que amamos.

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