Volvemos a hablar de la deuda como instrumento colonizador: La deuda de Túnez y Egipto en el siglo XIX y su colonización por Francia y Gran Bretaña, respectivamente

2022-09-11 16:54:07 By : Mr. Dan Hsu

Cuarta parte de la Crítica sobre el libro ’Sovereign Debt Diplomacies’

11 de septiembre por Eric Toussaint

El libro «Diplomacias de la deuda soberana: Reconsiderar la deuda soberana, desde los imperios coloniales hasta la hegemonía (título original en inglés Sovereign Debt Diplomacies: Rethinking sovereign debt from colonial empires to hegemony) merece leerse. La obra fue publicada en inglés en Oxford Univerty Press en 2021. [1] Pierre Pénet y Juan Flores Zendejas, quienes dirigieron la publicación, cumplieron con un trabajo extraordinario: veinte autores y autoras aportaron su contribución a la obra. Aunque esté en desacuerdo con la orientación de algunas contribuciones, recomiendo la lectura de este libro.

En este enlace podréis tener el capítulo entero en inglés: CHAPTER 3 Foreign Debt and Colonization in Egypt and Tunisia (1862–82)

Ali Coşkun Tunçer analiza el papel de los mecanismos puestos en marcha por las potencias acreedoras europeas para la gestión de la deuda de Egipto, de Túnez y del Imperio otomano y resalta, como lo declara el propio autor, «su función de restablecimiento de la solvencia de los gobiernos deudores y su contribución a la modernización de las finanzas públicas.» [3] (p.74) Y precisa que sostiene esa opinión, contraria a la explicación que pone de relieve la instrumentalización de la deuda y de los mecanismos de gestión a favor de los intereses de las potencias imperialistas (véase nota 4, p.74). El final de la última frase de su capítulo lo deja en claro: « (…), en el caso de Egipto y de Túnez, las organizaciones de control financiero internacional se convirtieron en obstáculos en el proceso de colonización en curso por Gran Bretaña y Francia, más bien que en instrumentos.» (p.94). [4] Pero sucedió todo lo contrario, ya que las organizaciones del control financiero internacional de esos dos países facilitaron y prepararon su colonización.

Una gran diferencia entre Egipto y Túnez en la primera mitad del siglo XIX

Ali Coşkun Tunçer, el autor, comete un grave error al considerar que las políticas llevadas a cabo en Túnez y en Egipto eran similares. Escribe en la página 76 «los proyectos ambiciosos de modernización en Egipto y Túnez, en la primera mitad del siglo XIX, aumentaron la presión sobre sus presupuestos». Y agrega «Tanto Egipto como Túnez habían aplicado programas de reformas ambiciosas y costosas, fundamentadas en el modo occidental en la primera mitad del siglo XIX, lo que hizo aumentar la demanda de financiación exterior y aumentar, al mismo tiempo la influencia europea» (p. 79). Esas afirmaciones erróneas no constituyen pequeños errores, se trata, más bien, de un intento de maquillaje de la historia. Abajo explico el porqué.

Una gran diferencia separaba Egipto de Túnez en la primera mitad del siglo XIX. En Egipto, el poder tuvo la voluntad de realizar un desarrollo independiente de las potencias europeas, sin recurrir al endeudamiento externo. Y esa política dio buenos resultados.

Hubo una gran diferencia entre Egipto y Túnez en la primera mitad del siglo XIX. En Egipto, Muhammad Ali tuvo la voluntad de realizar un desarrollo independiente de las grandes potencias europeas sin recurrir al endeudamiento exterior

En el caso de Túnez, el Bey nunca tuvo la ambición de realizar un desarrollo independiente de las potencias europeas, sin recurrir al endeudamiento externo y nunca tuvo éxito.

El caso de Túnez en la primera mitad del siglo XIX:

Hasta el fin del reinado de Mustafá Bey en 1837, no existía en Túnez ninguna deuda pública. La producción agrícola aseguraba la soberanía alimentaria del país. Su sucesor, por el contrario, realizó un cambio desgraciado. Ahmed Bey, que reinó desde 1837 hasta 1855, emprendió un programa de gastos públicos financiado por empréstitos internos muy onerosos. Su programa daba prioridad a la constitución de un ejército permanente, a la compra de material militar en el exterior, a la construcción de residencias suntuosas, aunque creaba algunas manufacturas (especialmente la manufactura textil de Tebourba) según el modelo europeo. Esas realizaciones estaban muy por debajo de lo que Muhammad Ali ( también Mehmet Ali , N de T), el monarca egipcio, había emprendido con éxito, hecho que le valió la agresividad de las potencias europeas. No obstante, había un punto en común en ambos procesos: la ausencia de un empréstito en el exterior durante la primera mitad del siglo XIX. Las inversiones fueron realizadas con recursos internos del país. El programa tunecino de inversiones públicas resultó un fiasco ya que no se basaba sobre la valorización y el refuerzo de los productores locales. El ejército permanente fue licenciado en 1853, el más grande de los palacios no fue nunca terminado y las manufacturas fueron abandonadas. El bey de Túnez tuvo que recurrir al préstamo interno, aceptando unos tipos de interés Interés Cantidad pagada como remuneración de una inversión o percibida por un prestamista. El interés se calcula sobre la base de la cantidad de capital invertido o prestado, de la duración de la operación y del último tipo aplicado en ese momento. a menudo usurarios, que aumentaron la deuda. El Estado beylical [Beylicato de Túnez o Regencia de Túnez (N de T)] contraía deudas mediante la venta de teskerés —nombre tunecino de los bonos del tesoro Bonos del tesoro Títulos de empréstito emitidos por el Tesoro público para financiarse. Su duración puede ir de unos meses a treinta años. a corto plazo— a los tunecinos ricos y a los residentes extranjeros adinerados (de Livorno, Génova, Francia…)

El caso de Egipto entre 1805 y 1849:

Ali Coşkun Tunçer presenta de manera claramente incompleta la política del jefe de Estado egipcio Muhammad Ali durante la primera mitad del siglo XIX. Por ejemplo, no menciona que su política difería radicalmente de la de su sucesor Saïd Pacha, quien endeudó Egipto de manera insostenible. La explicación correcta de lo que efectivamente pasó en Egipto en la primera mitad del siglo XIX es, justamente, opuesta al resumen presentado por Ali Coşkun Tunçer. Ya analicé ese período en «La deuda como instrumento para la conquista colonial de Egipto (cadtm.org)»

Un resumen muy sucinto de la evolución de Egipto durante la primera mitad del siglo XIX: Durante el reino de Muhammad Ali, desde 1805 hasta 1849, Egipto, aunque seguía bajo tutela otomana, inició durante la primera mitad del siglo XIX, con un enorme esfuerzo, un plan de industrialización [5] ] y modernización. George Corm resumía ese desafío de esta manera: «En Egipto, es evidente que Mohammed Ali hará la obra más importante al crear las manufacturas del Estado, poniendo, de esa manera, las bases de un capitalismo de Estado, que nos hace recordar la experiencia japonesa de la época Meiji». [6]  Ese gran esfuerzo para la industrialización de Egipto se llevó a cabo durante toda la primera mitad del siglo XIX, sin recurrir al endeudamiento externo ni a empréstitos internos muy onerosos, ya que fueron movilizados los propios recursos internos.

El esfuerzo de industrialización de Egipto se desarrolló a lo largo de la primera mitad del siglo XIX sin recurrir al endeudamiento externo ni a empréstitos internos

Muhammad Ali, valí (gobernador) [7] de Egipto y autonombrado jedive, quería conquistar la independencia con respecto al Imperio otomano y no dudó en librar batalla. Su ejercicio de la soberanía y su ambición de llegar a un desarrollo autónomo desde el punto de vista financiero, militar y político en relación al Imperio otomano y a las potencias europeas condujeron a una reacción muy agresiva de estas últimas. En 1839-1840, una intervención militar conjunta de Gran Bretaña* y Francia, seguida un poco más tarde de una segunda agresión por parte de Gran Bretaña y Austria, obligaron a Muhammad Ali a renunciar al control de Siria y Palestina, que esas potencias europeas consideraban como sus cotos de caza (más abajo está el mapa de la extensión de Egipto bajo Muhammad Ali y sucesores).

En Egipto se produjo un cambio radical a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El poder adoptó el libre comercio y se endeudó masivamente en el exterior. Y así fue el comienzo del fin

Un cambio radical se produjo en Egipto a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Los sucesores de Mohamed Ali adoptaron el libre comercio bajo la presión de Gran Bretaña, desmantelaron los monopolios del Estado y recurrieron masivamente a los empréstitos externos.

Fue el comienzo del fin. La era de las deudas egipcias comienza en ese momento: las infraestructuras de Egipto se abandonaron a favor de las potencias occidentales, de los banqueros europeos y de los empresarios poco escrupulosos.

Esa experiencia memorable hace pensar en la de Paraguay, entre 1811 y 1870, hasta su aplastamiento por una alianza militar teledirigida por Londres y compuesta por tropas de Brasil, Uruguay y Argentina (la Triple alianza). Paraguay había alcanzado un gran nivel de industrialización al mismo tiempo que rechazaba el endeudamiento externo y la firma de tratados de libre comercio. [8] ]

Lo que realmente pasó en Egipto está muy alejado de la descripción dada por Ali Coşkun Tunçer. Siguiendo a unos renombrados autores como George Corm y Paul Bairoch, Jean Batou, historiador, explica: «En la primera mitad del siglo XIX, se desarrolló en Egipto un proceso de industrialización que presenta analogías con el de algunas regiones de Europa occidental en la misma época. En el hilado mecánico del algodón, ocupa probablemente el quinto lugar en el mundo (en términos de husillos por habitante), detrás de Inglaterra, Suiza, Estados Unidos y Francia. Egipto disponía también de una producción diversificada de bienes de consumo y de una industria pesada donde se fabricaba localmente las máquinas y equipamientos. En conjunto, esas manufacturas modernas ocupaban entre 50.000 a 70.000 trabajadores, o sea, una quinta parte del total de mano de obra industrial. Ese porcentaje todavía no alcanza el 10 % de media para el conjunto de futuros Futuros Contrato a término Un contrato a término o futuros (futures en inglés) es un compromiso firme de entrega normalizado, donde las características son conocidas de antemano, por una cantidad determinada de un activo subyacente definido con precisión, en una determinada fecha, denominada vencimiento, en lugar prefijado, y negociado en un mercado a término organizado. Los contratos a término son los instrumentos financieros que más se negocian del mundo. países desarrollados. Por lo tanto, parecía que Egipto estaba en el camino de la industrialización, incluso si las modalidades políticas y sociales de su crecimiento económico contrastan fuertemente con las de Europa, en especial con Gran Bretaña.» (L’Égypte de Muhammad Ali. Pouvoir politique et développement économique, 1805-1848)

Muhammad Ali rechazó las ofertas de los banqueros londinenses, franceses, y otros más, con el fin de evitar la acumulación de una deuda externa. También rechazó firmar acuerdos de libre comercio con las grandes potencias europeas. Y más aún, rechazó aplicar en su territorio los acuerdos de libre comercio firmados con Gran Bretaña, en 1838, por el Sultán en el poder en Estambul (Batou, p. 89).

Hacia 1835-1840, Egipto contaba con cinco millones de habitantes. Teniendo en cuenta los otros territorios administrados por el jefe del Estado egipcio, o sea, Siria, Líbano, Sudán, Yemen, El Hiyaz y Creta, se llegaba a 9,5 millones de habitantes, es decir, más que el resto del Imperio otomano. Según Batou, el nuevo sector industrial moderno no tenía principalmente una finalidad militar: al menos el 80 % del tejido de algodón se destinaba al consumo civil, lo mismo que una buena parte de la producción de índigo, azúcar, papel, vidrio, sin contar las máquinas y diversos equipamientos: «El hilado y el tejido del algodón ocupaban el centro del dispositivo con unas treinta unidades en total. La fábrica media tenía grandes dimensiones: 15.000 husillos, 70 mulas-jenny, unas cincuenta cardadoras a los que se agregaban unos 200 telares en el Bajo Egipto. En estas manufacturas había entre 500 a 1.000 trabajadores. Estaban también las unidades de blanqueo, tintura e impresión que completaban el cuadro. Globalmente la industria algodonera contaba con 400.000 husillos, de los que 300.000 funcionaban regularmente, y 2.100 telares, de los cuales de 200 a 400 eran a vapor. Se consumían de 3.000 a 4.000 toneladas de fibras limpias por año y producía de 2.000 a 3.000 toneladas de hilo, teniendo en cuenta que había importantes pérdidas. La producción anual de tejido de algodón debía llegar a 10 millones de metros cuadrados. Ese conjunto suministraba trabajo a cerca de 20.000 trabajadores.» Siguiendo con Batou « Mohamed Ali hacía enormes sacrificios para dotar a esos establecimientos industriales de medios modernos. Con este fin, es necesario subrayar el esfuerzo particular efectuado para la producción local de equipamientos. A excepción de algunas máquinas importadas de Europa como modelos, los telares se confeccionaban localmente por obreros del país. A menudo bajo la dirección de artesanos franceses e italianos. (…) Mohamed Ali también promovía la fabricación de rieles (para las minas de Siria) y de máquinas a vapor en El Cairo, a un precio tres veces mayor que el de los productos importados. En el arsenal de Alejandría, se fabrican todavía instrumentos de precisión para la navegación y equipamientos para la construcción, excavaciones y agricultura, entre otros, se desarrolló una bomba de gran capacidad para el regadío.

El esfuerzo industrial civil y militar necesitaba productos que Egipto se negaba a importar, poniendo así las bases de una industria química. Esta fabricaba ácidos utilizados en el tratamiento de los metales, así como la soda cáustica requerida para el blanqueo, la tintura y la impresión de las telas. Un químico italiano estableció una unidad de 130 trabajadores, en el desierto de Libia, que trataba 1.750 toneladas de carbonato de sodio por año. Más de 20 fábricas de índigo (incluidas las de Sudán) producían 35 toneladas de tinte por año. Como subproducto de la industria de la construcción, la fabricación de vidrio progresó significativamente en tres unidades diferentes, usando técnicas europeas, en Alejandría y sobre el canal Mahmudiyah. El país producía también tinta para sus administraciones e imprentas, a base de carbón y goma arábiga, así como salitre para la pólvora. Finalmente, en El Cairo, una empresa reciclaba los tejidos usados y los residuos de las hilanderías para producir papel. »

La agricultura con autosuficiencia alimentaria

Hacia 1800, debido a unos rendimientos en las cosechas de cereales particularmente elevados, Egipto disponía, sin duda, de un ingreso por habitante superior al de Europa occidental. Ahora bien, Muhammad Ali controlaba el excedente agrícola del país al eliminar la percepción de los impuestos sobre la tierra, tradicionalmente confiado a la aristocracia mameluca.

Pero más allá de ser una medida económica, esa reforma fue un acto político: en primer lugar, el fellah (campesino) fue alentado a expresar sus quejas y el jefe del pueblo se beneficiaba de un desgravamen fiscal. Desde 1809, el jedive hizo confiscar la mitad de los ingresos de los multazims, o sea los que percibían el impuesto de explotación agrícola, para castigarlos por haber explotado a los campesinos; luego, de 1811 a 1814, las tierras agrícolas se concentraron en las manos del Estado, se hizo un catastro y se impuso un impuesto directo.

«En 1815, Egipto era una “enorme granja gubernamental” unificada y gestionada por funcionarios del Estado. Sin la eliminación de los múltiples intermediarios Intermediarios Una sociedad de intermediación es una empresa o una persona física que sirve de intermediario en una operación, financiera por norma general, entre dos partes. entre el productor directo y el Estado, el establecimiento de monopolios públicos de agricultura y de comercio hubiera sido inconcebible. Sin embargo, es la estatización de las redes privadas de comercialización que permitirán acrecentar y drenar lo esencial del superávit económico en las cajas públicas, abriendo así la vía a una rápida acumulación en los sectores modernos de la economía. “Yo acaparé todo, reconoció el Pachá, pero fue para que todo sea productivo: ¿y quién lo podría haber hecho sino yo?”» (Batou, ya citado)

»El Estado, propietario efectivo del suelo, decidía los cultivos, postulaba un rendimiento en proporción a la calidad de las tierras y determinaba un impuesto en especie, del que cada aldea era colectivamente responsable. Con el fin de aumentar sus ingresos. Se desarrolló el regadío indispensable para los cultivos de exportación: el algodón Jumel sobre todo, desde 1821-1822, y también el lino, el índigo, los granos oleaginosos, el opio, la caña de azúcar, el arroz, el trigo, etc. Desde 1813 hasta 1852, el país ganó 400.000 hectáreas de tierras nuevas, una extensión un poco mayor al que permitió la presa de Asuán, cien años más tarde. Aunque la agricultura de regadío solo ocupaba una décima parte de las tierras cultivadas, representaba cerca de un cuarto del producto agrícola, la mitad del presupuesto del Estado y la casi totalidad de lo recaudado por exportaciones.» (Batou)

Si se compara la situación de Egipto en 2022 a la del comienzo del siglo XIX, salta a la vista que la apertura al libre comercio efectuada a partir de 1850 y reforzada por los 40 años de políticas neoliberales desde los años 1980, degradaron fuertemente la capacidad del país para alimentar a su población. Egipto es muy dependiente de sus importaciones de cereales, principalmente provenientes de Rusia y de Ucrania.

Utilización de técnicos extranjeros unida a la formación de técnicos y de responsables locales

«Egipto disponía de un número de responsables extranjeros (1.200 en 1821; 5.000 en 1835), de los que la mayoría eran franceses, exiliados por la Restauración monárquica. Impregnados del espíritu de la Ilustración, numerosos fueron los que vieron en las reformas del jefe de Estado un signo de progreso del espíritu universal. El nombramiento de técnicos extranjeros no era, por otro lado, una particularidad de Egipto: en todos los lugares donde la revolución industrial triunfó en el siglo XIX, son los especialistas “importados”, curtidos en las nuevas técnicas, que tiene la función de guías. Por todo eso, Muhammad Ali, celoso de su autonomía industrial, emprendió la formación técnica de los jóvenes egipcios.

»Hacia 1835-1840, las escuelas superiores y profesionales (agronomía, artes y oficios, politécnica, navegación, medicina, etc.) reúnen de 6.300 a 8.000 estudiantes. Paralelamente, toma disposiciones para enviar varias misiones escolares al extranjero, en particular a Francia, en total fueron unos quinientos jóvenes.» (Batou)

Con los fundamentos precedentes, se comprende que la versión presentada por Tunҫer está completamente distorsionada. Como recordatorio, Tunҫer escribe: «Tanto Egipto como Túnez habían aplicado unos ambiciosos y costosos programas de reformas basados en el modelo occidental en la primera mitad del siglo XIX, lo que incrementó su demanda de financiación externa y aumentó la influencia europea».

El poder tunecino financió sus inversiones recurriendo masivamente, a partir de 1837, al endeudamiento interior muy oneroso, mientras que Egipto financiaba sus inversiones mediante los impuestos y los ingresos que obtenía de su producción

El mensaje de Tunҫer es claro: 1. Egipto y Túnez copiaron a Europa, eso les costó muy caro y, lógicamente, estos dos países aumentaron el recurso a la deuda externa y aumentó la influencia europea. 2. No hay diferencias entre la vía seguida por Túnez y la seguida por Egipto. Sin embargo, hay grandes diferencias entre la política económica y financiera de Túnez y de Egipto: el poder tunecino financiaba sus inversiones recurriendo masivamente al endeudamiento interno, a partir de 1837, muy oneroso, mientras que Egipto financiaba sus inversiones mediante los impuestos y por los ingresos que obtiene de su producción. Tunҫer oculta completamente el desarrollo original seguido por Egipto entre 1805 y 1849 y hace como si ese país ya estuviera endeudado, en esas fechas, con los europeos.

Después de 1850, se manifestó el cambio a favor del endeudamiento por parte del jefe de Estado egipcio, Saïd Pachá, que sucedió a Muhammadd Ali. La política de Egipto fue sometida a las potencias europeas y, a partir de ese momento, hubo efectivamente similitudes entre los caminos tomados por Túnez y por Egipto.

Después de 1850, la política de Egipto fue sometida a las potencias europeas y se asemejó a la seguida por Túnez

Una deuda insostenible y odiosa

El autor no oculta las condiciones muy onerosas de los créditos Créditos Suma de dinero que una persona (el acreedor) tiene el derecho de exigir de otra persona (el deudor). Créditos privados Préstamos concedidos por los bancos comerciales, sea cual sea el prestatario. Créditos públicos Préstamos concedidos por acreedores públicos, sea cual sea el prestatario. provenientes de Europa, pero no dice claramente que ese hecho impedía los reembolsos, cuestión que numerosos autores, entre ellos Georges Corm o Rosa Luxemburgo, demostraron muy claramente para el caso egipcio. Resumí esa cuestión en los dos capítulos que dediqué a Egipto y Túnez en mi libro Sistema deuda. Historia de las deudas soberanas y de su repudio. En anexo a este artículo, seleccioné amplios extractos de esos capítulos con el fin de mostrar el carácter odioso de los empréstitos externos realizados por Túnez y Egipto durante la segunda mitad del siglo XIX. Además, de señalar que las comisiones internacionales que dominaban las finanzas de estos países prepararon su colonización.

Tanto para Egipto como para Túnez, las condiciones demasiado onerosas de los créditos provenientes de Europa volvían imposible el desendeudamiento

Tunҫer no analiza la naturaleza de los proyectos o los gastos financiados por la deuda. Lo que le interesaba era la capacidad de ambos países de reembolsar sus deudas. Para Tunҫer, es fundamental la medida de la eficacia de los mecanismos establecidos por los acreedores y los gobernantes de esos países para conseguir el pago de sus respectivas deudas. Ahora bien, esos mecanismos no tenían solamente como objetivo conseguir la seguridad del reembolso de las deudas, lo que es también criticable vista la naturaleza de las mismas, pero también se trataba de terminar con el ejercicio de soberanía del correspondiente país y, en algunos casos, ocuparlos o conquistarlos, lisa y llanamente, si eso correspondía a las posibilidades y a los intereses de las potencias imperialistas europeas. La imposición de una Comisión financiera internacional, compuesta mayoritariamente por representantes de las potencias europeas acreedoras, y encargada de tomar el control completo de las finanzas del país correspondiente, perseguía diferentes objetivos: financieros, políticos y geoestratégicos.

En Túnez y en Egipto fue impuesta una Comisión financiera internacional controlada por los acreedores europeos que facilitó la colonización

Como recordatorio, una Comisión financiera internacional fue impuesta en Túnez en 1869, y su equivalente fue impuesta en Egipto en 1876 con el nombre de Caja de la Deuda pública, y al Imperio otomano, en 1881 con el nombre de Administración de la Deuda pública otomana (aunque una institución financiera dominada mayoritariamente por los europeos ya se había establecido en Estambul desde 1863: el Banco imperial otomano).

El autor no analiza tampoco el papel de las clases dominantes locales que aprovechan ampliamente el endeudamiento tanto interno como externo de su país. Demostré todo eso en detalle en mi estudio sobre Túnez (Francia se apoderó de Túnez usando la deuda como arma (cadtm.org)).

El contexto económico mundial y sus consecuencias para Egipto y el Imperio Otomano

El autor no tiene en cuenta el contexto mundial. Por ejemplo, los flujos financieros en forma de préstamos e inversiones de las economías que dominan el sistema capitalista internacional (en la segunda mitad del siglo XIX, se trataba principalmente de Inglaterra, Francia, Bélgica y el Imperio alemán) estaban considerablemente condicionadas por la situación económica en el Norte: se sucedían períodos de fuerte crecimiento que se terminaban en crisis y períodos de crecimiento lento, incluso de estagnación. Durante los períodos de crecimiento fuerte en el Norte, hubo importantes flujos de capitales de las economías del Centro (Norte) hacia la Periferia —en la segunda mitad del siglo XIX, se trataba principalmente de América Latina, Oriente Próximo, Europa oriental, también Rusia y China—. Cuando estalló una crisis financiera en el Centro debido a la euforia económica (sobreacumulación de capital) y especulativa como en los años 1825 y 1873, los flujos se detuvieron. Las empresas y los banqueros del Norte redujeron radicalmente las inversiones y los préstamos que iban a la Periferia (el Sur Global). Ahora bien, había países como Túnez, Egipto o el Imperio otomano que estaban fuertemente endeudados debido a los incentivos de los banqueros europeos y de sus gobiernos en los años 1850-1860-1870. Y se endeudaron bajo condiciones muy onerosas y, para decirlo claramente, insostenibles si no podían refinanciar los pagos de las antiguas deudas mediante nuevos préstamos. Cuando la economía iba bien en Europa y cuando los banqueros europeos buscaban colocar sus capitales, participando en los empréstitos tunecinos, egipcios y otomanos, esos tres países se endeudaban y podían pagar sus deudas ya que eran capaces de emitir nuevos títulos para pagar los precedentes. Por el contrario, cuando una crisis estallaba en Europa como fue el caso en 1873, y la economía del viejo continente entraba en un período largo de débil crecimiento, incluso de estagnación, los flujos se detenían y los países endeudados de la Periferia entraban progresivamente en suspensión de pagos. Tunҫer no tiene en cuenta todo eso.

Por el contrario, por mi parte, lo expliqué largo y detallado en mi libro El sistema deuda. Historia de las deudas soberanas y su repudio, en particular en el capítulo 1.

En el siglo XIX, a partir de 1826, una primera crisis de la deuda afectó seriamente a los países de la Periferia, endeudados con los banqueros de Londres, principalmente entre 1822 y 1825. [9] Esa crisis de la deuda era consecuencia de una crisis bancaria y una crisis económica que había estallado en Londres en diciembre de 1825. Túnez y Egipto no estuvieron afectados ya que ambos países todavía no se habían endeudado en el exterior. La crisis de Londres conllevó una ola de suspensiones de pagos de los países que habían contraído empréstitos entre los años 1824 y 1825, todos bajo condiciones demasiado onerosas y favorables a los banqueros del Norte. Grecia, México, los Estados independientes de Sudamérica tuvieron que suspender el pago de sus deudas ya que no podían pedir nuevos préstamos. Los banqueros de Londres habían cerrado el grifo.

Aquí, presento un resumen de los acontecimientos teniendo en cuenta, en particular el ejemplo egipcio y otomano. Entre los años 1850 y 1873, los banqueros de Londres, París y otras plazas financieras buscaban activamente colocar sumas considerables de dinero tanto en Egipto como en el Imperio otomano y en otros continentes (en Europa en el Imperio ruso, en Asia, en particular en China, en América Latina).

Una segunda gran crisis de la deuda de la Periferia se desencadenó a raíz de la crisis bancaria europea de 1873, seguida de una gran depresión económica

Varios bancos fueron creados en Europa con el fin de canalizar los movimientos financieros entre Egipto y las plazas financieras europeas: El Anglo-Egyptian Bank (fundado en 1864), Banque franco-égyptienne (fundada en 1870 y dirigida por el hermano de Jules Ferry, importante miembro del gobierno francés de la época) y el Banco Austro-egipcio (creado en 1869). Este último había sido fundado bajo los auspicios del Kredit Anstalt, donde los Rotschild de Viena tenían sus intereses. Los grandes bancos de Londres también estaban particularmente activos. Los banqueros londinenses se especializaron en préstamos a largo plazo y los banqueros franceses en préstamos a corto plazo, con una mayor remuneración.

Una nueva crisis bancaria se desarrolló en Viena, en mayo de 1873, en plena Exposición Universal (Crisis bancaria de mayo de 1873 - frwiki.wiki). El Kredit Anstalt, antes mencionado, estuvo directamente afectado. Los bancos de Fráncfort y de Berlín también lo estuvieron y terminó golpeando a los banqueros de Londres. En consecuencia, la voluntad de prestar a los países periféricos se redujo mucho, sin embargo, esos países tenían, constantemente, necesidad de pedir préstamos para pagar sus antiguas deudas. Además, la situación económica se había degradado en los países del Norte por lo que las exportaciones del Sur se redujeron, así como los ingresos por exportación que servían para efectuar los reembolsos. La ola de suspensiones de pagos del Sur fue, principalmente provocada por esa crisis económica internacional cuyo origen se encontraba en el Norte.

Los banqueros franceses, menos afectados que los de otros países por la crisis de 1873, habían continuado sus préstamos a Egipto, aprovechando la situación para aumentar fuertemente los tipos de interés y con mayor frecuencia prestando a corto plazo. En 1876, acentuaron la presión sobre Egipto y estrecharon el acceso al crédito provocando la suspensión de pagos en Egipto. Y así, Egipto se vio forzado a aceptar la creación de una Caja de la Deuda controlada por Inglaterra y Francia.

Es importante señalar que durante el mismo año 1876, otros Estados se declararon en suspensión de pagos, eran el Imperio otomano, Perú (en esa época una de las economías más fuertes de Sudamérica), Guatemala y Uruguay. Se pueden agregar otros países que también estaban en suspensión de pagos: desde 1873, Colombia y Honduras; desde 1874, Paraguay y desde 1875, Bolivia. [10]

Otro ejemplo de cómo la evolución de la situación internacional afectó directamente a Egipto

Como ya expliqué, contrariamente a lo que deja entender Tunҫer, Egipto solo comenzó a pedir préstamos a Europa después de acabar el reinado de Muhammad Ali, es decir, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, y no fue hasta ese momento que el país aceptó la imposición de un tratado de libre comercio deseado por Inglaterra y otras potencias occidentales.

En un principio, el nuevo modelo basado en el endeudamiento y el libre comercio parecía funcionar muy bien, pero, en realidad, ese aparente éxito correspondía a acontecimientos externos que las autoridades egipcias de ninguna manera controlaban. En efecto, Egipto sacó provecho, de manera temporal, del conflicto entre los Estados del Sur y del Norte en Norteamérica. La guerra de Secesión (1861-1865), del otro lado del Atlántico, provocó una caída de las exportaciones de algodón que hacían los Estados sudistas. Ese hecho hizo aumentar fuertemente el precio del algodón en el mercado mundial y, por lo tanto, se dispararon en Egipto los ingresos por la exportación de ese producto. Esa coyuntura llevó a Ismail Pacha a aceptar nuevos préstamos de bancos extranjeros—principalmente británicos y franceses—. Cuando la guerra de Secesión terminó, se retomaron las exportaciones de algodón norteamericanas y el precio se desplomó. Egipto dependía de las divisas que le procuraba la venta de algodón en el mercado mundial (principalmente la venta a la industria textil británica) para poder efectuar el pago de la deuda a los banqueros europeos. La disminución de la recaudación por las exportaciones creó las primeras dificultades en el pago de la deuda egipcia.

Eso no impidió que los banqueros, y especialmente los británicos, organizaran la emisión de títulos egipcios a largo plazo (de 20 a 30 años) y que los banqueros franceses concedieran nuevos préstamos, principalmente, a corto plazo, ya que eso permitía tipos de interés muy altos. El historiador Jean Bouvier describió esa tendencia: «los organismos de crédito —Banque de Paris et des Pays-Bas, Crédit Lyonnais, Société Générale, Comptoir D’ Escompte de Paris, Crédit Foncier— que habían participado hasta ese momento en los “avances” y “préstamos” a Egipto, un poco al azar de los negocios, se pusieron a buscar sistemáticamente esas plazas y a prospectar las operaciones gubernamentales de los países subdesarrollados. Cuando en abril de 1872, el Crédit Lyonnais esperaba participar, junto a los Oppenheimer, en un “adelanto” a Egipto — bonos a dieciocho meses, por 5 millones de libras esterlinas al 14 % de interés anual — su director Mazerat le confió a un corresponsal: “Esperamos que, por medio de este gran “adelanto”, se pueda sacar provecho del empréstito que debe ser emitido el año próximo.”» [11]

En resumen, las explicaciones dadas por Ali Coşkun Tunҫer no permiten entender lo que realmente había pasado, ya que no tiene en cuenta la evolución del contexto capitalista internacional.

El autor no resalta correctamente los intereses interimperialistas puesto que los limita a un reparto de la influencia entre Francia e Inglaterra en el Mediterráneo. Pasa absolutamente en silencio sobre el papel del Imperio alemán que era una potencia en ascenso y que había vencido militarmente a Francia en 1870, ocupando territorio francés, anexando parte del mismo y obteniendo un tributo de guerra muy oneroso para las finanzas francesas.

He aquí, según mi opinión, cómo se puede resumir lo que estuvo en juego a nivel geoestratégico entre las grandes potencias europeas: el porvenir de Túnez y de Egipto no se solucionaba solamente entre Francia y el Reino Unido: Alemania que acababa de unificarse y que era la principal potencia europea en ascenso al lado del Reino Unido, tenía algo que decir sobre eso. Otto von Bismarck, el canciller alemán, fue claro: Bismark declaró muchas veces, durante las conversaciones diplomáticas secretas, que Alemania no se sentiría molesta por una toma de control sobre Egipto por parte de Londres, ni sobre Túnez por parte de Francia. En contrapartida, Alemania quería tener el campo libre en otras partes del mundo. Los dirigentes políticos franceses eran, por otro lado, muy conscientes de las motivaciones de Bismarck. Alemania había impuesto una derrota humillante a París en 1870-1871, y le había quitado Alsacia y Lorena. Bismarck «ofreciendo a Francia» Túnez, quería desviar la atención de París sobre Alsacia y Lorena ofreciéndole un premio de consolación. Sobre este tema se encuentra una gran documentación.

La conquista de Túnez y Egipto fue el objeto de transacciones entre Londres, París y Berlín

Por su parte, Inglaterra, que por lejos era la primera potencia europea y mundial, consideraba que debía controlar y dominar completamente el Mediterráneo oriental. Y esto era aún más importante con la existencia del canal de Suez que daba acceso directo a la ruta marítima de la India (que formaba parte de su imperio) y del resto de Asia. Londres deseaba marginar a Francia, que ejercía una verdadera influencia en Egipto debido a los bancos franceses y al Canal de Suez cuya construcción había financiado la bolsa Bolsa Lugar de encuentro de la oferta y demanda de valores mobiliarios que ya fueron emitidos en el mercado financiero primario. La bolsa es por tanto el mercado de ocasión de títulos mobiliarios; también llamado mercado secundario. de París. Con el fin de obtener de Francia el alejamiento de Egipto, dejando esa plaza completamente a beneficio Beneficio Resultado contable positivo neto fruto de la actividad de una sociedad. El beneficio neto es el beneficio después de impuestos. El beneficio a distribuir es la parte de aquél que puede ser repartido entre los accionistas. de Inglaterra, era necesario, en primer lugar, satisfacer los intereses de los banqueros franceses (muy ligados a las autoridades francesas) y en segundo lugar, ofrecerle una compensación en otra parte del Mediterráneo. En ese momento interviene un acuerdo tácito entre Londres y París: Egipto será del Reino Unido mientras que Túnez pasará completamente bajo el control de Francia. En 1876-1878, el calendario exacto todavía no se había fijado, pero la perspectiva era clara. Hay que agregar que en 1878, el Reino Unido compró la isla de Chipre al Imperio otomano que se convirtió en otro peón de la dominación británica del Mediterráneo oriental. Durante el Congreso de las Naciones celebrado en Berlín en junio de 1878, tanto Alemania como Inglaterra hacen saber a Francia que puede disponer de Túnez cómo y cuándo quiera hacerlo. Lord Salisbury, el representante de Inglaterra declara a su homólogo francés. «Tomen Túnez, si ustedes quieren hacerlo, Inglaterra no se opondrá y respetará sus decisiones. Por otra parte, ustedes no pueden dejar Cartago en manos bárbaras». [12] El ministro francés de Interior escribe por su parte: « El Señor de Bismarck nos hizo entender que podíamos tomar Túnez ya que él no tenía nada que decir…» [13]

En contrapartida de sus concesiones para Londres y París, los dirigentes del Imperio alemán querían que les dejasen conquistar una parte importante del África subsahariana. Esa cuestión formó parte de una larga negociación que terminó con los acuerdos de la Conferencia de Berlín de 1885, durante la cual las potencias de Europa occidental se repartieron África.

La conquista de Túnez y Egipto

Esas negociaciones interimperialistas y la utilización del arma de la deuda externa llevaron a la conquista militar de Túnez y Egipto. Túnez para Francia en 1881 y Egipto para Inglaterra en 1882. Ali Coşkun Tunҫer banaliza o maquilla la conquista militar llevada a cabo por Francia e Inglaterra para imponer su dominación. Este autor escribe de manera sibilina lo siguiente: «Ambos países transfirieron su soberanía política a Francia y a Gran Bretaña» («Both countries transferred their political sovereignty to France and to Britain») (p. 73), como si se tratase, efectivamente, de una transferencia voluntaria de soberanía. Pero Francia y Gran Bretaña no se limitaron a desembarcar sus tropas, se encontraron con resistencia y tuvieron que librar batalla.

Esas negociaciones interimperialistas y la utilización del arma de la deuda externa llevaron a la conquista militar de Túnez y Egipto

Francia, en principio, envió un cuerpo expedicionario de 24.000 soldados. Frente a la resistencia encontrada, el gobierno francés tuvo que aumentar el número de militares a 50.000. En Egipto, los campesinos, los propietarios de tierras, numerosos funcionarios del Estado, militares y religiosos se levantaron a partir de 1879 contra las tentativas británicas de dominación del país. Finalmente, el ejército egipcio se sublevó y resistió frente a las tropas británicas hasta que cayó vencido. Los poderes locales que transfirieron la soberanía de su país a Francia y a Gran Bretaña no tenían legitimidad para hacerlo, ya que estaban a sueldo de esas dos potencias coloniales. Por otra parte, Tunҫer, en contradicción con lo ya escrito (p. 73) como transferencia de soberanía, escribe esto en la p. 89: «El nuevo gobierno formado por el jedive (o sea, el jefe de Estado, nota de Éric Toussaint) en 1878 rechaza cualquier forma de acuerdo que implique una intervención extranjera, y las negociaciones terminaron en un impasse. Para superar la crisis, las seis grandes potencias presionaron a la Puerta (la Puerta designaba la sede del poder en Estambul, capital del imperio Otomano, nota de Éric Toussaint) para que remplazara el jedive, al que obligaron a abdicar a favor de su hijo, el príncipe Tewfik.» [14] Y Tunҫer agrega más adelante: «Los gobiernos francés y británico estaban de acuerdo en mantener el jedive Tewfik en el poder, para contrarrestar al movimiento nacionalista, y con el fin de proteger los intereses de los tenedores de obligaciones.» [15] Así mismo, Tunҫer describe hasta qué punto había una fuerte resistencia frente a la política de las potencias imperiales europeas y de Gran Bretaña, en particular: «Sin embargo, debido a las implicaciones políticas de la ley de liquidación (o sea, la ley que reestructuraba la deuda egipcia según la voluntad de los acreedores. Nota de Éric Toussaint), se manifestaron signos de oposición nacionalista al control europeo. Ese movimiento estaba constituido por una coalición de diferentes grupos de interés. Los propietarios de tierras se inquietaban por el aumento de los impuestos y de la cantidad de tierras embargadas por el impago de la deuda de acuerdo a la ley de hipotecas de 1876. Los burócratas se inquietaban por el empleo masivo de europeos en la función pública. Los oficiales militares fueron licenciados debido a las tentativas de control financiero para reducir los gastos militares. Finalmente, los notables religiosos, ulamas, estaban preocupados por la dominación cristiana y los cambios legislativos que de ella derivaban. Esos grupos se transformaron en una fuerza eficaz solo en 1881, cuando se aliaron con los oficiales nacionalistas del ejército dirigidos por el coronel Arabi». [16] El autor continúa: «Una vez que los ataques violentos contra los europeos en Alejandría comenzaron a producirse, se temió que el acuerdo de los tenedores de títulos (bondholders) pudiera ser suspendido una vez más. Por consiguiente, en 1882, las fuerzas inglesas lanzaron una campaña militar, en la que no participaba ni Francia, ni el Imperio otomano, ni otras potencias. Seguidamente a la intervención militar, las grandes potencias celebraron una reunión en Estambul en junio de 1882, y algunos meses más tarde, en septiembre de 1882, las fuerzas británicas vencieron al ejército egipcio.» [17] La conclusión sobre esta cuestión es que la afirmación de Tunҫer de que había habido una transferencia de soberanía se desmiente por el resumen de los acontecimientos de 1879-1882 que el propio Tunҫer describió.

El autor del capítulo sobre Túnez y Egipto adoptó una orientación favorable a los acreedores

El autor del capítulo sobre Túnez y Egipto muestra claramente su orientación favorable a los acreedores extranjeros en la conclusión, p. 200 del capítulo, en la que no aborda en ningún momento la naturaleza de las deudas que se le reclamaban a estos dos países. El autor considera que la intervención de las grandes potencias imperialistas europeas constituyó un éxito en el Imperio otomano, aunque haya llevado a complicaciones en Túnez y Egipto. Nuevamente, emitiendo ese juicio, el autor muestra que para él, el éxito se mide por la capacidad de los acreedores de disciplinar a los países endeudados y de extraerles un máximo de recursos financieros.

La manera en que las deudas del imperio Otomano fueron acumuladas y gestionadas por el poder en Estambul y por las grandes potencias europeas tuvo consecuencias nefastas para el pueblo y para el Estado otomano. Solo es posible, como lo hace Ali Coşkun Tunҫer, considerar como positiva la gestión de la deuda otomana si aceptamos el punto de vista de los intereses de las grandes potencias acreedoras y de los rentistas europeos.

Por otra parte, Tunҫer considera que la puesta bajo control interno de las finanzas de Túnez y de Egipto no constituyó un instrumento que sirvió para preparar la colonización de ambos países, lo que es falso. Diferentes testimonios y documentos de la época muestran muy claramente que la puesta bajo tutela financiera de estos dos países fue el preludio de su conquista. Si no pasó lo mismo con la Turquía otomana, es que esa nación representaba un porción demasiado grande y que había demasiadas contradicciones y codicias interimperialistas entre Gran Bretaña, Francia, el Imperio alemán, la Rusia zarista, Austria-Hungría, Italia… para permitir a una sola potencia europea apropiarse de Turquía.

«La historiografía tradicional sobre los organismos de control financiero de fines del siglo XIX los aborda en el contexto del debate sobre el imperialismo, puesto que una de las consecuencias de ese tipo de intervención europea era la pérdida de la soberanía fiscal y/o política de los Estados deudores. Desde puntos de vista más recientes, sin embargo, se pone el acento en su función de restablecimiento de la solvencia de los gobiernos deudores y de su contribución a la modernización de las finanzas públicas.» (p. 74) [19] El propio Tunҫer indica que adopta ese punto de vista revisionista precisando en la nota 4 (p. 74): «Los puntos de vista revisionistas expresados en Suter (1992), Esteves (2013), Mitchener y Weindenmeier (2010) y Tunҫer (2015) ponen por delante remarcar la función de restauración de la solvencia.» [20]

Y es también lo que explica por qué Tunҫer considera que la instauración de las Comisiones internacionales de gestión de finanzas en Túnez y Egipto constituyó un fracaso, no obstante, considera que ese mecanismo dio buenos resultados en el resto del Imperio otomano con la comisión que tenía sede en Estambul. El criterio para el éxito o el fracaso es, por lo tanto, la capacidad de los acreedores para obtener los reembolsos y la del país para continuar refinanciando su deuda.

Tunҫer, aunque se asume como revisionista, concede que el otro punto de vista no debe ser completamente ignorado: «Dado que en ambos casos, Túnez y Egipto, el proceso de endeudamiento externo, de suspensión de pagos y de intervención europea dio, finalmente, lugar a la colonización de ambos países, no es posible ignorar completamente la conceptualización tradicional del control financiero internacional como instrumento del imperialismo.» [21] En eso también, Tunҫer adopta una posición contradictoria: afirma que Francia y Gran Bretaña tenían como objetivo restaurar la solvencia de Túnez y de Egipto, pero, al mismo tiempo, dice que no se puede ignorar totalmente la hipótesis según la cual el control financiero internacional sirvió como instrumento al imperialismo y llevó a la colonización de ambos países.

Tunҫer no hace alusión en ningún momento a la naturaleza odiosa de las deudas de Egipto y Túnez, a pesar de que no se puede dejar de abordar y de pronunciarse sobre esa cuestión.

Tunҫer, como otros autores y autoras que participaron en esta obra, adopta un punto de vista favorable a los acreedores, mientras que un análisis que tuviera en consideración los derechos humanos y los derechos de los pueblos llevaría a un juicio más coherente con los muy interesantes elementos de la introducción general de la obra, redactada por los dos coordinadores (véase especialmente la página 4 y la página 18). Tenemos la tentación de preguntar a los dos coordinadores por qué privilegiaron el punto de vista revisionista en la búsqueda de colaboradores y colaboradoras para la redacción de esta obra.

En 1876, la deuda egipcia alcanzaba los 68,5 millones de libras esterlinas (contra los 3 millones de 1863). En menos de 15 años, las deudas externas se habían multiplicado por 23 mientras que los ingresos habían aumentado solamente cinco veces. El servicio de la deuda absorbía los dos tercios de los ingresos del Estado y la mitad de los ingresos por exportaciones.

Las sumas de dinero, proveniente de los préstamos, que realmente llegaron a Egipto fueron mucho menores, aunque los banqueros exigían y recibían montos muy elevados como reembolso.

Tomemos como ejemplo el préstamo de 1862: los banqueros europeos emitieron títulos egipcios por un valor nominal de 3,3 millones de libras esterlinas, pero los vendían al 83 % de su valor nominal, por lo que Egipto recibió solamente 2,5 millones de libras, suma a la que se le debía descontar la comisión de los banqueros. Sin embargo, el monto que debía reembolsar Egipto en 30 años se elevaba a cerca de 8 millones de libras, teniendo en cuenta la amortización del capital y el pago de los intereses.

Otro ejemplo es el préstamo de 1873: los banqueros europeos emitieron títulos egipcios por un valor nominal de 32 millones de libras y los vendieron con una rebaja del 30 %. En consecuencia, Egipto recibió un poco menos de 20 millones de libras. El monto a pagar en 30 años era de 77 millones de libras, con un interés real del 11 % más la amortización de capital.

Se comprende fácilmente que ese crecimiento de la deuda y los tipos de interés exigidos eran insostenibles. Las condiciones financieras que fueron impuestas por los banqueros hacían imposible el pago de la deuda. Por consiguiente, Egipto debía seguir endeudándose para ser capaz de continuar con los pagos de las deudas anteriores.

Bajo la presión de los acreedores, el soberano Ismail Pachá, jedive de Egipto, comenzó a vender, a partir de los años 1870, las infraestructuras y a conceder diversas concesiones con el fin de obtener liquidez para el pago de la deuda. Además, tuvo que aumentar regularmente los impuestos. Después de trece años de endeudamiento externo (1862-1875), la soberanía egipcia quedó alienada.

En 1875, ahogado por los acreedores, el Estado egipcio cedió al gobierno del Reino Unido su parte en la Compañía del Canal de Suez, que se había inaugurado en 1869. [22]  El producto de la venta de las 176.602 acciones del canal que detentaba Egipto—o sea, cerca de la mitad del capital de la Compañía de Suez— al gobierno británico a fines de noviembre de 1875 fue mayoritariamente destinado a respetar los vencimientos del pago de la deuda de diciembre de 1875 y de enero de 1876, que eran particularmente altos. El gobierno de Londres se convierte al mismo tiempo en un acreedor directo de Egipto: como los títulos comprados no permitían tocar los dividendos antes de 1894, el gobierno egipcio se comprometió a pagar al comprador durante eses periodo un interés anual del 5 % sobre cerca de los 100 millones de francos del precio de venta.

Según el historiador Jean Bouvier: «El jedive disponía todavía de los ferrocarriles “evaluados en 300 millones”, según un administrador del Crédit Lyonnais, y de su derecho al 15 % de los beneficios netos de la Compañía de Suez. Habiendo solucionado los vencimientos de ese fin de año gracias a los 100 millones de la venta de las acciones, el jedive hizo reconducir en enero de 1876 y comienzos de febrero los “adelantos” en curso suministrados por el Anglo-Egyptian y el Crédit Foncier, a tres meses, con un tipo de interés anual del 14 %. Además, ofreció en garantía su parte del 15 % en la participación sobre beneficios de Suez, los productos de la concesión de la ciudad de Alejandría y los derechos del puerto. La Société Générale participó en este negocio, que alcanzó los 25 millones de francos.»

La creación de la Caja de la Deuda Pública bajo tutela británica y francesa

Finalmente y a pesar de los esfuerzos desesperados para reembolsar la deuda, Egipto entró en suspensión de pagos en 1876.

Los gobiernos de Londres y de París, a pesar de ser competidores, se entendieron muy bien para someter a Egipto a su tutela mediante la Caja de la Deuda Pública.

La Caja de la Deuda Pública mantuvo bajo su control una serie de ingresos del Estado y la dirigían representantes del Reino Unido y de Francia. La instauración de este organismo fue seguido de una reestructuración de la deuda egipcia, que satisfizo a todos los banqueros concernidos ya que no se acordó ninguna reducción del stock de la deuda Stock de la deuda Suma total de las deudas. , y el tipo de interés se fijó a un nivel alto, del 7 %. Los reembolsos debían durar 65 años. Eso aseguraba una renta confortable con la garantía, al mismo tiempo, de Francia, del Reino Unido y de los ingresos del Estado egipcio a los que la Caja de la Deuda Pública podía recurrir.

La prioridad otorgada a la satisfacción de los intereses de los banqueros en la resolución de la crisis de la deuda egipcia de 1876 aparecía muy claramente en una carta enviada por Alphonse Mallet, banquero privado y regente del Banco de Francia, a William Henry Waddington, ministro francés de Relaciones Exteriores y futuro presidente del Consejo de Ministros. Ese banquero escribió al ministro en la víspera del Congreso de Berlín de 1878, durante el cual se iba a discutir el destino del Imperio Otomano —en particular sobre sus posesiones en los Balcanes y en el Mediterráneo—: «Mi querido amigo,… Si se reúne el Congreso, como se espera, es suficiente implantar un mecanismo internacional…que pueda ejercer un control eficaz sobre los agentes administrativos del gobierno, los tribunales, el cobro de la recaudación y los gastos. Lo que se hizo en Egipto bajo la presión de intereses privados, fuera de toda consideración del orden público europeo tanto para los tribunales como para el servicio de la deuda Servicio de la deuda Suma de la amortización más los intereses del capital prestado. … puede servir de punto de partida.» (Carta del 31 de mayo de 1878, Memorias y documentos, Turquía, nº 119, Archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores). 

La ocupación militar de Egipto a partir de 1882 y su transformación en protectorado

En los casos de Egipto y Túnez, la deuda constituyó el arma más poderosa utilizada por las potencias europeas para asegurar su dominación, llevando a esos Estados, hasta ese momento independientes, a la sumisión total.

Como consecuencia del establecimiento de la Caja de la Deuda Pública, la banca francesa hizo lo máximo para obtener cada vez más reembolsos y beneficios, aunque evitó nuevos compromisos. A partir de 1881, los banqueros franceses renunciaron a conceder nuevos préstamos a Egipto ya que se contentaban con acumular los reembolsos de las deudas anteriores reestructuradas. Cuando en enero de 1882 una crisis bursátil estalló en París, Egipto quedó fuera de esas nuevas preocupaciones.

La Caja de la Deuda Pública impuso a Egipto medidas de austeridad tan impopulares que originaron una rebelión, incluso militar —el general Ahmed Urabi defendía posiciones nacionalistas y se resistía a las órdenes de las potencias europeas—. Ante esa situación, el Reino Unido y Francia, bajo el pretexto de la rebelión, enviaron un cuerpo expedicionario a Alejandría en 1882. Finalmente, el Reino Unido entró en guerra con el ejército egipcio, ocupó militarmente y de manera permanente el país y lo transformó en un protectorado. Bajo el dominio británico, el desarrollo de Egipto estuvo ampliamente bloqueado y sometido a los intereses de Londres.

La Caja de la Deuda Pública no se suprimió hasta 1940 [24] (véase la ilustración). El acuerdo impuesto a Egipto por el Reino Unido, en 1940, prolongaba la dominación financiera y colonial, ya que obtenía la continuación de los reembolsos de una deuda que se había vuelto permanente.

Fue necesario el derrocamiento de la monarquía egipcia en 1952 por jóvenes militares progresistas dirigidos por Gamal Abdel Nasser y la nacionalización del canal de Suez el 26 de julio de 1956 para que, durante una quincena de años, Egipto intente nuevamente un desarrollo parcialmente autónomo. [25]  

El primer empréstito extranjero de 1863: una verdadera estafa

El primer empréstito de Túnez en el exterior fue el de 1863. Y constituyó una verdadera estafa que desembocó, 18 años más tarde, en la conquista francesa de Túnez.

En esa época, la plaza financiera de París era muy activa en su competencia con la de Londres, que era la principal del mundo. Los banqueros parisienses, así como los londinenses, disponían de liquidez abundante y buscaban ocasiones para colocarla en el extranjero. Los préstamos hacia América Latina, Asia, el Imperio Otomano, Egipto, Rusia, y América del Norte eran abundantes.

A comienzos de 1863, cuando el Bey anunció que deseaba pedir prestado 25 millones de francos en el exterior, banqueros y corredores de Londres y de París ofrecieron sus servicios. Entre ellos estaba el barón James de Rotschild, otras sociedades londinenses, y en París el Crédit Mobilier y Émile Erlanger, un banquero de Frankfurt instalado en la capital francesa.

Este banquero, asociado a otros colegas, obtuvo la autorización del gobierno francés de vender en la bolsa de París títulos tunecinos. En el informe elaborado en 1872-1873 por Victor Villet, un inspector de finanzas francés, ese empréstito fue una verdadera estafa.

Según el banquero Erlanger, se habían emitido 78.692 obligaciones tunecinas. Cada una de ellas tenía un valor nominal de 500 francos. Pero fueron vendidas a 480 francos y cada una otorgaba el derecho a recibir un cupón anual de 35 francos durante 15 años. Eso representaba una tipo anual de interés teórico del 7 % pero, como las obligaciones se habían vendido a 480 francos, el interés real era del 7,3 %. Para el comprador eso quería decir que al desembolsar 480 francos podía obtener 525 francos (35 francos x 15 años) en forma de interés, más el reembolso de los 500 francos que le había costado una obligación.

Mientras que el deudor, o sea el gobierno tunecino, recibía 415 francos (480 francos menos 65 francos correspondientes a la comisión de emisión y otros gastos que se quedaba el banquero) por cada obligación, y debía pagar 1025 francos por cada una de ellas a su vencimiento.

Otra manera de calcular, en forma más global: el que pide el préstamo (Túnez) debía recibir 37,7 millones de francos (78.692 obligaciones vendidas a 480 francos cada una) pero se comprometió a reembolsar 65,1 millones de francos.

En las investigaciones realizadas por el ya citado Victor Villet, se informaba que el banquero Erlanger había cobrado un poco más de 5 millones de francos de comisión (es decir cerca del 13 % de la suma prestada). También faltaron 2,7 millones de francos que fueron desviados, seguramente, por el primer ministro y el propio banquero Erlanger.

Por lo tanto, el gobierno tunecino, que solo había recibido cerca de 30 millones de francos, se comprometió a reembolsar 65,1 millones de francos.

Para hablar de una verdadera estafa, se tendrían que considerar algunos elementos agravantes en el comportamiento del banquero Erlanger y del primer ministro tunecino. Erlanger afirmó que había vendido un poco más de 38.000 obligaciones en París y 40.000 en Túnez (recordemos que el total de obligaciones emitidas era de 78.692). Parece que la venta en la Bolsa de París habría sido muy inferior a lo que afirmaba Erlanger y que, en realidad, más de 30.000 obligaciones no habrían encontrado comprador y continuaban en posesión de Erlanger. Sin embargo, Erlanger había descontado una comisión de más de 5 millones de francos como si hubiera vendido todas las obligaciones. Parece que Erlanger había pedido prestado a otros banqueros la suma que se había comprometido a transferir al Tesoro tunecino (cerca de 30 millones de francos en 4 cuotas). Es probable que se endeudase ante otros banqueros poniendo como garantía los 30.000 títulos que no había podido vender. Es lo que avanzaba el redactor del Moniteur des Fonds Publics en un artículo publicado el 19 de agosto de 1869: «Creemos que estamos en lo cierto cuando afirmamos que 5.000 obligaciones, como mucho, pasaron a propiedad de tenedores residentes en Francia… Quedaban, por lo tanto, cerca de 30.000 obligaciones en manos del señor Erlanger. En esa situación, éste se encontraba muy inquieto por no saber cómo hacer frente a los compromisos contraídos con el Bey de Túnez. ¿Cómo lo solucionó? Creemos que depositando en las manos del banco Comptoir d’escompte de París los títulos que no había podido vender y de esa manera obtuvo un adelanto con el que pudo enviar algunos fondos a su alteza.»

Un indicio claro de la solidez de esta hipótesis es que el banquero Erlanger pretendía haber recomprado en el mercado secundario de la deuda 20.962 títulos en enero de 1864 y otros 8.000 en 1865. Ahora bien, esas recompras no conllevaron un aumento de la cotización de los títulos. Y eso no parece verosímil. Una recompra de 20.000 títulos mientras 38.000 estaban oficialmente en circulación debía producir automáticamente un aumento de la cotización. Pero no se constató aumento de precio de las obligaciones tunecinas en el mercado secundario. Eso significaba que los títulos no estaban en circulación en el mercado. El banquero Erlanger simuló esa recompra cuando en realidad él ya poseía esas obligaciones.

Señalemos, por otra parte, que esas 30.000 obligaciones daban lugar al pago de intereses cada año. Y como estaban en posesión del banquero Erlanger, era él mismo el que se embolsaba los intereses.

El resultado inmediato del empréstito de 1863

Ese empréstito exterior debía servir para reestructurar la deuda interna que estaba evaluada en una suma equivalente a 30 millones de francos. La deuda había aumentado un 60% entre 1859 y 1862 debido a los gastos del Bey Mohammed es-Sadok, que había quintuplicado las compras de mercaderías en el extranjero. Se trataba concretamente de reembolsar los anteriores títulos con el dinero pedido prestado al exterior. En realidad, mientras los anteriores títulos fueron reembolsados, las autoridades emitieron nuevos teskerés (o bonos del tesoro) por un monto equivalente. Eso es lo que contaba el inspector de finanzas francés Victor Villet: «al mismo tiempo que se reembolsaban los anteriores títulos en las oficinas del representante de la casa Erlanger en Túnez… un corredor del gobierno (el Sr. Gutiérrez) instalado en la vecindad retomaba del público el dinero que éste acababa de recibir, a cambio de nuevos teskerés emitidos con un tipo del 91 %. Gracias a esta comedia de reembolso, la deuda había aumentado, simplemente… en cerca de 15 millones». La recaudación proveniente de la venta de esos nuevos teskerés se desviaba generosamente hacia los cofres del primer ministro, de otros altos dignatarios y de los residentes europeos ricos.

El mismo inspector de finanzas escribía: «Los fondos provenientes del empréstito de 1963 [que] se habían pagado en especies al Bardo (el Bey y el primer ministro tenían su sede en el palacio del Bardo, nota de E. Toussaint)) fueron inscriptos en una cuenta especial: pero no entraron en la contabilidad general del gobierno, tampoco entraron en las cajas del Estado y nada hace creer que hayan servido para el pago de gastos públicos».

En menos de un año, el empréstito de 1863 fue dilapidado. Al mismo tiempo, el Estado se encontraba de nuevo endeudado, pero por primera vez en la historia tunecina en el exterior y por un monto muy elevado, por lo que las sumas que cada año se debían pagar eran insostenibles. En cuanto a la deuda interna que debería haberse pagado con el préstamo del exterior, por el contrario se duplicó. El gobierno del Bey eligió bajo la presión de los acreedores transferir la factura al pueblo aumentando un 100 % la mejba, un impuesto por habitante.

La revuelta de 1864, una consecuencia de la decisión de aumentar en un 100 % el impuesto por habitante para reembolsar el empréstito de 1863

El aumento del impuesto provocó en 1864 una rebelión general en el país. El rechazo del aumento del impuesto mejba, un impuesto individual, fue la reivindicación principal de la protesta. [26]  Desde el momento en que los agentes del Bey comenzaron a recorrer el país para cobrar la mejba, que se había llevado a 72 piastras, estalló la revuelta. El 10 de marzo de 1864, el vicecónsul francés Jean-Henri Mattei telegrafió desde Sfax: «Todas las tribus están de acuerdo en no pagar el nuevo impuesto de 72 piastras. (…) la unión de todas las tribus tendrá lugar a la primera señal de la salida de Túnez hacia cualquier lugar con la intención de cobrar ese impuesto». [27] Algunas semanas más tarde, en otro despacho consular se leía: «La insurrección es general y se extiende hasta (una distancia) a una hora de la ciudad de Túnez». [28]  Según diferentes testigos, los insurgentes acusaban al gobierno, y en primer lugar al primer ministro Mustafá Khasnadar, de haber vendido el país a los franceses. Y la prueba era el empréstito de 1863 emitido en París por el banquero Erlanger.

Francia, el Reino Unido, Italia y el Imperio Otomano enviaron barcos de guerra a las aguas territoriales tunecinas con el fin de intimidar a las poblaciones y de prestar ayuda a las autoridades si la situación se volvía incontrolable. El Bey se echó atrás frente a las protestas y anunció el 21 de abril de 1864 que renunciaba a duplicar la mejba [29] . Reiteró las concesiones en julio de 1864 con el fin de obtener un acuerdo con el principal dirigente de la revuelta Ali ben Ghedahem [30] . Luego, con el apoyo de las potencias extranjeras, comenzó la represión. El Sultán, monarca del Imperio Otomano, aportó su ayuda financiera al Bey para que pudiera hacer una leva de tropas frescas y enviarlas a la represión. Era una iniciativa del Sultán con la intención de no ser desbordado por Francia [31] , el Reino Unido e Italia.

El Bey se lanzó a una represión masiva a posteriori permitiendo extraer un máximo de impuestos y multas a la población. El cónsul francés escribía el 4 de diciembre de 1864 al ministerio de Relaciones Exteriores en París: «El gobierno del Bey rápidamente renunció a un sistema de clemencia que parecía que quería inaugurar…; volvió al rigor, al que se traduce por grilletes y tortura, para obtener, de las provincias del litoral, unos impuestos de guerra exorbitantes». «Es mi deber informarle» declaraba por escrito un vicecónsul al cónsul de Francia: «de qué manera bárbara actúa el general Zarrouk para ejecutar las órdenes del Bey, desnudando completamente a los indígenas, torturando a personas de edad y a mujeres que no tuvieron nada que ver con la revolución» (carta del 16 de febrero de 1865). Otro funcionario francés: «La multa solamente puede cobrase mediante la reclusión, el uso de grilletes, de los azotes y de los rigores más ilegales desde el punto de vista de nuestro derecho público actual. Entre esos rigores, señalaría la confiscación de bienes, la tortura hasta las lesiones o la muerte, la violación de los domicilios…y finalmente, la violación de las mujeres intentada o consumada ante los propios ojos de los padres o de los maridos encadenados», (1 de marzo de 1865). Jean Ganiage agregó: «En marzo de 1865, Espina, vicecónsul, calculaba en 23 millones de piastras, la suma que el gobierno había recaudado en el Sahel, desde octubre de 1864 a enero de 1865, sin contar alrededor de 5 millones de piastras extorsionadas por la propia cuenta de sus empleados.» [32]


El segundo empréstito externo realizado en París en 1865

Dado que el empréstito de 1863 no había mejorado en nada la situación financiera del país, el Bey y su primer ministro optaron por la huída hacia delante y firmaron un acuerdo con el banquero Erlanger para la realización de un nuevo empréstito en marzo de 1865. Túnez se endeudó por un monto de 36,78 millones de francos. Y lo hizo en peores condiciones y más escandalosas que las de de 1863. Efectivamente, mientras que los títulos de 500 francos habían sido vendidos a 480 francos en 1863, los nuevos títulos fueron vendidos a 380 francos, o sea, al 76 % de su valor nominal.

Un comprador de un título de 500 francos pagaba 380 francos y daba por descontado que recibiría un cupón de 35 francos durante 15 años, o sea 515 francos, a los que se debían agregar al vencimiento, en 1880,de 500 francos. Una inversión de 380 francos que redituaba 1025 francos, es decir una ganancia de 645 francos, era muy atrayente. El tipo de interés teórico era del 7 % pero ya que el cupón anual era de 35 francos, el rendimiento real era del 9,21 % (35/380 x 100).

Coloquémonos en el lugar del Estado tunecino deudor: la nueva deuda ligada al empréstito de 1865 se elevaba a 36,78 millones de francos, pero solo recibiría un poco menos de 20 millones de francos, ya que los gastos de correduría y las comisiones descontadas por el banquero Erlanger y sus asociados Morpurgo-Oppenheim se elevaron al 18 %. Hay que agregar que cerca de 3 millones fueron desviados directamente, la mitad por los banqueros, la otra mitad para el primer ministro y sus socios. El balance Balance “Fotografía” a final de año de los activos (lo que la empresa posee) y pasivos (lo que la empresa debe) de una sociedad. Dicho de otra forma, los activos el balance aportan información acerca de la utilización de los fondos recabados por la sociedad. Los pasivos del balance informan sobre el origen de los fondos captados. se explica en tres cifras:

La nueva deuda contraída en 1865 se elevó a 36,78 millones de francos.

La suma realmente recibida fue de menos de 20 millones de francos. [33]

La suma que se debía reembolsar en 15 años era de 75,4 millones de francos.

Los banqueros habían hecho un muy buen negocio: sin haber invertido nada, habían descontado en el momento de la emisión cerca de 6,5 millones de francos en forma de comisiones, de gastos de correduría y de puro y simple robo. Todos los títulos se vendieron en pocos días. En París reinaba la euforia a propósito de los títulos de los países musulmanes (Túnez, Imperio Otomano, Egipto), a los que se llamaba «valores con turbante». Los banqueros pagaban a las redacciones de los diarios para publicar noticias totalmente tranquilizantes, aunque la economía y las finanzas tunecinas se hallaban en pleno marasmo. Sin embargo, el semanario parisiense La Semaine Financière escribía con respecto al empréstito de 1865 «El Bey de Túnez está ahora bajo el protectorado moral de Francia, cuyo interés es favorecer la prosperidad del pueblo tunecino ya que esta prosperidad es una seguridad de más para Argelia». [34]

Los tejemanejes de los banqueros Erlanger y Morpurgo-Oppenheim no paran allí. No contentos con endeudar a Túnez bajo condiciones leoninas, intervinieron también activamente para que el dinero prestado fuera utilizado en gastos de los que estos banqueros pudieran obtener beneficios. Dos ejemplos: convencieron al Bey para que comprara a un negociante marsellés, un tal Audibert, dos barcos inutilizables al precio de nuevos (250.000 francos). Según el ya citado Victor Villet, E. Erlanger que se había comprometido en proveer 100 cañones estriados de nuevo modelo por un millón de francos, en realidad suministró solo «viejos cañones cuyas culatas habían sido recubiertas por un tipo de capuchón. El fraude era demasiado evidente; se vio enseguida que esos cañones solo le habían costado al proveedor unos 200.000 francos». [35]  La lista de los negocios de suministros que contenían signos de estafa era larga. Por otra parte, Erlanger obtuvo del Bey como garantía del empréstito, la concesión de la manufactura textil de Tetourba.

Las deudas acumuladas durante el periodo 1863-1865 condujeron a Túnez a la tutela francesa

Las nuevas deudas acumuladas durante los años 1863-1865 pusieron a Túnez a merced de sus acreedores exteriores, como Francia. Era simplemente imposible para Túnez reembolsar las sumas que se le exigían. La recaudación excepcional de impuestos a continuación de la represión de fines de 1864–comienzos de 1865, había permitido la entrada en el Tesoro público de una importante suma (30 millones de piastras, que superaba en mucho los ingresos de un año normal) que fue rápidamente engullida por el pago de la deuda así como por nuevas compras suntuarias y contrarias al interés de las poblaciones.

El año 1867 fue muy malo en cuanto a la producción agrícola. Además, para procurarse más ingresos, el Bey ordenaba la exportación de los productos agrícolas. Eso desembocó en una hambruna en varias partes del país y en una epidemia de cólera, favorecida por el estado de debilitamiento de una parte de la población (aplastada por los impuestos y afectada por el alza de los precios de los alimentos básicos) y por la ausencia de políticas públicas en el ámbito sanitario. Se habló de 5.000 muertes en la capital, principalmente debido al hambre, y de 20.000 en todo el territorio. [36]

En el ámbito internacional, los banqueros se habían vuelto súbitamente temerosos y en todo caso exigían rendimientos aún más altos que en el pasado. En 1866, México había infligido una derrota militar aplastante al cuerpo expedicionario francés y, a continuación, había repudiado el pago de la deuda considerada como odiosa, con respecto a los acreedores, banqueros franceses y tenedores de bonos mexicanos (especialmente aquellos vendidos en París por el banquero Erlanger en 1864 y 1865). Como consecuencia, el Bey y su primer ministro no lograron obtener la concesión de un nuevo empréstito en París o en otro lado. Esperaban un préstamo de 100 millones pero terminó en un fiasco. En efecto, en febrero de 1867, habían firmado un nuevo contrato con el banquero Erlanger. Mientras éste deseaba vender 200.000 obligaciones tunecinas en París en pocas semanas, en realidad solo había conseguido vender 11.033. Ya no había ningún deseo por la posesión de los valores tunecinos con turbante. De golpe, el Bey recurrió a «pequeños» préstamos con tipos de interés usurarios con otros banqueros de París como Alphonse Pinard,  [37] director del Comptoir d’escompte de Paris que organizó en París un préstamo de 9 millones de francos en enero de 1867. Se contactó a Rotschild, pero éste no deseaba prestar a Túnez. Oppenheim y otros exigían tipos de interés del orden del 15 %.

A partir de 1867, el Bey suspendió parcialmente el pago de la deuda interna y externa. Eso llevó a A. Pinard, director del Comptoir d’escompte de Paris, a demandar a Túnez ante el tribunal civil del Sena por la no ejecución de las cláusulas del préstamo de 9 millones de francos de enero de 1867. A. Pinard pedía la adjudicación de los ingresos aduaneros tunecinos así como los ingresos obtenidos por la cosecha de olivas. La sentencia fue dictada en agosto de 1867 y Pinard perdió el proceso: la Regencia de Túnez era un país extranjero y no sometido a la jurisdicción del tribunal.

Las deudas que derivaron de los empréstitos del periodo 1863-1867 eran odiosas y se deberían haber repudiado

La deuda contraída entre 1863 y 1867 era claramente una deuda odiosa para el pueblo tunecino. Correspondía literalmente a la definición dada en 1927 por Alexandre Nahum Sack, profesor de derecho en París y teórico de la doctrina de la deuda odiosa Deuda odiosa Según la doctrina jurídica de la deuda odiosa, teorizada por Alexander Sack en 1927, una deuda es «odiosa» cuando reúne dos condiciones esenciales: 1.- La ausencia de beneficio para la población: la deuda no fue contraída a favor del interés del pueblo y del Estado, sino en contra de esos intereses, y/o a favor del interés personal de los dirigentes y de las personas próximas al poder. 2.- La complicidad de los prestamistas: Los acreedores sabían (o tenían la capacidad de saber) que los fondos prestados no beneficiarían a la población. Para Sack, la naturaleza despótica o democrática de un régimen no debía tenerse en cuenta. Una deuda contraída por un régimen autoritario debe, según Sack, ser reembolsada si ésta sirve a los intereses de la población. Un cambio de régimen no autoriza el cuestionamiento de la obligación que tiene el nuevo régimen de pagar las deudas del gobierno precedente, salvo si éstas fueran odiosas. [Extractos] del Tratado jurídico y financiero por Alexander Nahum Sack, ex profesor agregado a la Facultad de Derecho de la Universidad de Petrogrado. A partir de esta definición «conservadora» de deuda odiosa, otros juristas y movimientos sociales, como el CADTM, ampliaron esta definición teniendo en cuenta, especialmente, la naturaleza del régimen que contrae la deuda y la consulta que se hace, o no se hace, a los parlamentos nacionales para la aprobación o la concesión del préstamo. De manera especial, citemos la definición de deuda odiosa utilizada por la Comisión para la verdad sobre la deuda griega, que se apoya, a la vez, en la doctrina de Sack, y también en los Tratados internacionales y los principios generales del derecho internacional. Así que una deuda odiosa responde a: 1.- Una deuda contraída en violación a los principios democráticos, que comprende el asentimiento, la participación, la transparencia y la responsabilidad, y ha sido empleada contra los más altos intereses de la población del Estado deudor, mientras el acreedor sabía, o tenía capacidad de saber, lo precedente. O a lo siguiente: 2.- Una deuda que tiene por consecuencia negar los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales de la población, mientras el acreedor sabía, o tenía capacidad para saber, lo precedente. : «Si un poder despótico contrae una deuda no para las necesidades e intereses del Estado sino para fortificar su régimen despótico, para reprimir a la población que le combate, esa deuda es odiosa para la población de todo el Estado. Esa deuda no es obligatoria para la nación: es una deuda de régimen, deuda personal del poder que la ha contraído; en consecuencia esa deuda desaparece con la caída del poder.» [38]   Y Sack agregaba más adelante: «Se podría clasificar en esta categoría de deudas a los empréstitos contraídos con objetivos manifiestamente interesados y personales de los miembros del gobierno o de personas y grupos ligados al gobierno —objetivos que no tienen ninguna relación con los intereses del Estado». Eso se aplicaba perfectamente al comportamiento del primer ministro Mustafá Khasnadar y a otros dignatarios del régimen del Bey. [39]

Sack subrayaba también que los acreedores de tales deudas, cuando habían prestado con conocimiento de causa, «cometieron un acto hostil con respecto al pueblo, por lo tanto no pueden contar con que la nación liberada de un poder despótico asuma las deudas «odiosas» que son deudas personales de ese poder». El banquero E, Erlanger y sus asociados sabían perfectamente que los montos prestados no servían al interés general. Además, como ya hemos mostrado, fueron actores directos de una estafa.

Tratándose de la política de emisión de títulos de alto riesgo en el plano financiero y odioso en el ámbito jurídico por parte del banquero E. Erlanger, es necesario también mencionar que en la misma época, había emitido entre 1864 y 1865 títulos mexicanos por cuenta de un Estado títere establecido por el ejército francés en México, con Maximiliano de Austria como emperador, quien fue fusilado en junio de 1867. En 1863, E. Erlanger emitió en París y en Londres un empréstito de 15 millones de dólares para los estados esclavistas del Sur, los Confederados, con la garantía del algodón, lo que le permitió conseguir un beneficio inmediato de cerca de 4 millones de dólares. [40]  

Francia buscaba el momento oportuno para tomar el control total de Túnez

Desde que se lanzaron a la colonización de Argelia en los años 1830, los dirigentes franceses consideraban que Francia tenía derecho a extender su dominio colonial a Túnez. Era necesario encontrar un pretexto y el momento oportuno. Existían también otras prioridades tanto en el ámbito interno como en el continente europeo o en otros lugares del mundo. En la región árabe, Egipto constituía una prioridad por razones geoestratégicas: la posibilidad de tener acceso directo a Asia por la construcción de un canal entre el Mediterráneo y el Mar Rojo, el acceso al África negra por el Nilo; la proximidad de Oriente por vía terrestre; el potencial agrícola de Egipto, la competencia con el Reino Unido: cualquiera de las dos potencias que controlasen Egipto tendría una ventaja estratégica sobre la otra. Napoleón lo había comprendido y lo había puesto en práctica con su campaña de Egipto en 1798.

La conquista de Túnez no constituía una prioridad, tanto más que la estabilización de la dominación francesa de Argelia era costosa debido a la resistencia encontrada. En Francia, el sostén popular a una nueva aventura colonial no era una cosa completamente segura. En los años 1860, la conquista de México se volvió una catástrofe. Como ya ha sido mencionado, Luis Napoleón Bonaparte tuvo que retirar sus soldados de suelo mexicano en 1866 frente a la contra ofensiva victoriosa de las fuerzas progresistas mexicanas y tuvo que aceptar el repudio de las deudas reclamadas por los banqueros franceses a México (cerca de 60 millones de francos). [41]  A fines de 1867, Napoleón III esta también preocupado por el avance de los camisas rojas republicanos de Garibaldi que amenazaba con tomar Roma, protegida por Francia.

No obstante, la búsqueda para conseguir la tutela de Túnez, o su pura y simple conquista, se volvió casi una obsesión para el cónsul francés en la capital que también era el representante plenipotenciario de Francia ante el Bey. Los hechos y los gestos de los diferentes cónsules que se sucedieron en la capital de Túnez lo atestaron. En plena revuelta de 1864, el cónsul francés, Charles Beauval, jugaba a dos bandas: mientras que oficialmente Francia apoyaba al Bey, éste cónsul negociaba con el principal líder de la revuelta, Ali ben Ghedahem, en el caso de que éste se decidiera a derrocar al Bey. Beauval escribía el 30 de mayo de 1864: «Será digno del Emperador (o sea, Luis Napoleón Bonaparte en el poder hasta 1870. Nota de Éric Toussaint) reunir más tarde a todas las tribus de Túnez en una pequeña confederación árabe». En septiembre de 1865, según el historiador Jean Ganiage, «los asuntos tunecinos fueron discutidos en un consejo de ministros presidido por el emperador. Consultado, el gobernador de Argelia, el mariscal Mac-Mahon, proponía enviar un cuerpo expedicionario hasta la capital tunecina y presentaba un proyecto detallado sobre la marcha y la organización de esa columna. Pero ese plan superaba en mucho las intenciones del gobierno». [42]  Dos años más tarde, siempre según J. Ganiage, «el cónsul de Botiliau no veía otra solución que una ocupación de Túnez por Francia, la anexión definitiva a Argelia o una ocupación temporal como garantía».

Por otra parte, las declaraciones racistas no faltaban en la correspondencia de los representantes de Francia en Túnez como lo atestigua una carta del 2 de diciembre de 1867 del cónsul de Botiliau en la que denunciaba «la moral de la raza árabe, su falta de aptitud para el trabajo, sus costumbres de falsedad, mentiras, corrupción…» [43]

La creación de la Comisión Financiera Internacional en 1869

La propuesta de la creación de una Comisión Financiera Internacional que debería tomar el control de las finanzas de Túnez fue puesta por escrito, en términos generales, por el ministro de Relaciones Exteriores de Francia, el marqués de Moustier en enero de 1868: «Parece que, ante todo, nuestros esfuerzos deben tener por objeto el de asegurar, si se puede, la buena gestión de los ingresos dados en garantía por el gobierno del Bey, y que si se consigue establecer un control serio sobre los productos del fisco, hoy abandonados en manos inhábiles o nada fieles, habríamos dado un gran paso hacia el objetivo que perseguimos. En el caso en que la aplicación de ese principio sea admitida, podríamos confiarle esa responsabilidad a una comisión que tendría su sede en la capital de Túnez.»

En abril de 1868, bajo el dictado de los representantes de Francia, el Bey adoptó un proyecto de decreto de constitución de la Comisión Financiera Internacional. Y quince meses más tarde, después de que Francia hubiera obtenido el consentimiento definitivo del Reino Unido y de Italia, el decreto definitivo fue aprobado por el Bey. El texto del decreto del 5 de julio de 1869 constituye un verdadero acto de sumisión de Túnez a sus acreedores (véase el texto completo en el recuadro). El artículo 9 es particularmente importante ya que indicaba muy claramente que la comisión percibiría todos los ingresos del Estado sin la más mínima excepción. Se agregó que no podría contraerse ningún préstamo sin su acuerdo. El artículo 3 precisaba, ciertamente en términos diplomáticos, que el representante de Francia era el personaje más importante en esa comisión y que era designado por el Emperador de los franceses. El Bey solo debía ratificarlo. Era la Comisión la que establecería el monto exacto de la deuda (art. 5). Desde el punto de vista de los banqueros acreedores era una cuestión fundamental ya que la Comisión reestructuraría la deuda reclamada a Túnez y determinaría si habría o no una reducción de la misma. El artículo 10 era también de importancia fundamental para los banqueros de Francia puesto que preveía que los dos representantes directos de los bancos formaran parte de la Comisión. Efectivamente, cuando se constituyó la Comisión en noviembre de 1869, el sindicato de tenedores de títulos dirigido por el banquero francés Alphonse Pinard obtuvo un representante al igual que el banquero Erlanger [44] . Los acreedores ingleses e italianos tenedores de títulos de la deuda interna estaban también representados.

La reestructuración de la deuda tunecina

Una de las tareas principales de la Comisión, la más urgente, consistió en la reestructuración de la deuda. Victor Villet, el inspector de finanzas designado por Francia se puso de lleno en esa tarea. Como ya lo dijimos es, en principio, el personaje principal de la Comisión. En diciembre de 1869, propuso a la Comisión reducir en más de la mitad la deuda evaluada en un monto nominal de 121 millones de francos. La deuda reducida y reestructurada debía ser de unos 56 millones de francos. [45]  

Los representantes de los banqueros rechazaron la propuesta del inspector de finanzas y obtuvieron el apoyo de sus gobiernos respectivos, en particular la aprobación del gobierno de Luis Napoleón Bonaparte, muy ligado a las altas finanzas francesas. Así que ninguna reducción de la deuda se le concedió a Túnez. Por el contrario, los banqueros obtuvieron que la deuda fuese aumentada hasta los 125 millones de francos. Fue una victoria total para los banqueros representados por los delegados de Alphonse Pinard y de Émile Erlanger. Mientras que éstos habían recomprado en la Bolsa títulos de 1863 y de 1865 (que ellos mismos habían emitido por cuenta de Túnez) a 135 o 150 francos después de haber especulado a la baja, lograron, gracias a la reestructuración de 1870, un intercambio de títulos casi al precio de 500 francos. Concretamente, un viejo título de 1863 o de 1865, con un valor de 500 francos, lo habían comprado a 150 francos, por ejemplo, y lo cambiaron por un nuevo título de 500 francos. ¡Una verdadera ganga produciendo una nueva deuda odiosa!

Como lo escribía el historiador Nicolas Stoskopf, se trataba de ajustar un poco más el nudo corredizo de la cuerda que el propio Bey se había puesto al cuello. Realizando un balance de la acción del banquero A. Pinard que dirigía el sindicato de tenedores de títulos, N. Stoskopf escribió: «Desde 1867, la bancarrota tunecina permite pasar a la etapa siguiente. En las agrias negociaciones y las ocultas maniobras que siguieron, Pinard no dejó de hacer los beneficios esperados, con un perfecto cinismo con respecto a los ahorradores franceses, como de la suerte de los tunecinos, pero con la eficacia temible de un financiero excepcional que le permite finalmente recuperar, cuando se produce la unificación de la deuda tunecina en 1870, trece millones por los cinco que había comprometido por el sindicato.»  [46]

Las autoridades tunecinas fueron activamente cómplices de ese pillaje de los recursos públicos. El primer ministro Mustafá Khasnadar, otros dignatarios del régimen, sin olvidar a otros tunecinos ricos que poseían una gran cantidad de títulos de la deuda interna, todos pudieron hacer enormes beneficios mediante la reestructuración. Como en la gran mayoría de los países, las clases dominantes locales fueron solidarias con los acreedores internacionales puesto que esas clases sacaban una parte de sus ingresos del reembolso de la deuda. Era cierto en el siglo XIX y lo sigue siendo en el siglo XXI.


Los éxitos de los banqueros a costa del pueblo tunecino

Los banqueros Alphonse Pinard y Émile Erlanger decidieron retirarse de Túnez y se fueron indemnizados y muy satisfechos. Émile Erlanger logró construir un imperio financiero especialmente gracias a sus operaciones en Túnez. Consiguió introducirse en el banco Crédit Mobilier de París y, algunos años más tarde, en la famosa agencia de prensa internacional Havas [47] . Alphonse Pinard, por su lado, prosiguió sus actividades en Francia y en otros lados del mundo, contribuyó a la creación de la Société Générale (uno de los tres principales bancos franceses en la actualidad) así como otro banco que se transformaría en el transcurso del tiempo en BNP Paribas (actualmente el principal banco francés)

Este pasaje de El Capital de Karl Marx publicado en 1867 resume bien el papel de la deuda pública: «El sistema del crédito público, es decir, de la deuda del Estado, cuyos orígenes pueden descubrirse desde la Edad Media en Génova y Venecia, se adueñó de toda Europa durante el período de la manufactura. (…) La deuda pública, esto es, la enajenación del Estado, ya sea despótico, constitucional o republicano, imprime su sello a la era capitalista. (…) La deuda pública se convierte en una de las más poderosas palancas de la acumulación originaria. (…) Con las deudas públicas, surgió un sistema de crédito internacional, tras el que se oculta a menudo, en tal o cual pueblo, una de las fuentes de acumulación originaria».  [48]

Y agregaba: «Desde su nacimiento, los grandes bancos, adornados con títulos nacionales, no fueron nunca más que sociedades de especuladores privados que se establecían al lado de los gobiernos y que, gracias a los privilegios recibidos, estaban en condiciones de anticiparles dinero. (…) la deuda pública ha hecho surgir las sociedades anónimas, al comercio de efectos negociables de todo tipo, en una palabra: el juego de la Bolsa y la bancocracia moderna.»  [49]

El fracaso de la Comisión Financiera Internacional

Como estaba previsto en el artículo 9 del decreto de creación de la Comisión Financiera Internacional de julio de 1869, sus miembros tuvieron el control de los ingresos del Estado. Sin embargo, la política económica dictada para el reembolso de la deuda desembocó en un estancamiento económico ya que el Estado no realizaba ninguna inversión productiva, ni hacía gastos para estimular la actividad económica y en cambio, aplastaba con los impuestos a los pequeños productores locales, ya fueran rurales o urbanos. En consecuencia, las recaudaciones fiscales no eran suficientes para pagar una deuda de 125 millones de francos.

Los miembros de la Comisión que representaban a los banqueros se retiraron desde el año 1871 puesto que obtuvieron satisfacción, pero no beneficios de los trabajos de la Comisión, que tuvo que hacer frente a las políticas que la propia Comisión dictaba desde 1869. Tal era el fracaso que el primer ministro Mustafá Khasnadar, que ocupaba altos cargos de gobierno desde hacía 36 años, fue sustituido en 1873. Y además se le condenó a arresto domiciliario por los desvíos de fondos y la corrupción de la que fue responsable: finalmente bajo la presión de Francia, su actuación fue condenada.

Kheredine, el reemplazante de Mustafá Khasnadar trató de emprender algunas reformas, pero sin éxito y lo alejaron del cargo en 1876. En este caso particular porque no favorecía lo suficiente a los intereses de las empresas francesas. Kheredine deseaba también obtener una reducción de los intereses de la deuda. Y eso fue demasiado.

La situación de los artesanos tunecinos era desastrosa ya que, de acuerdo a los tratados de libre comercio, no conseguían competir con los productos importados de Europa. Los campesinos sobrevivían. No existía ninguna manufactura importante. La red de ferrocarriles no superaba algunas decenas de kilómetros como Túnez- La Marsa y Túnez- La Goulette. Las calles de la capital no estaban pavimentadas y no había sistema de alcantarillado.

Francia obtuvo luz verde de las otras grandes potencias para quedarse con Túnez

Durante el Congreso de las Naciones celebrado en Berlín en junio de 1878, tanto Alemania como Inglaterra comunicaron a Francia que podía disponer de Túnez como mejor le pareciera.

Finalmente, el paso a la acción Acción Título mobiliario emitido por una sociedad de acciones. Este título representa una fracción del capital social. En particular otorga a su titular (el accionista) el derecho a percibir una parte de los beneficios distribuidos (el dividendo) y de participar en las asambleas generales de la empresa. se tomó en 1881 cuando hubo una mayoría en el gobierno francés que se decantó por la conquista de Túnez. El pretexto serían las «exacciones» de la tribu de los Krumir (véase más adelante).

Los banqueros informados de las intenciones del gobierno recompraron masivamente a bajo precio en la bolsa de París los títulos de la deuda tunecina que se vendían a 330 francos en enero de 1881. En la víspera de la intervención francesa, los mismos títulos valían 487 francos (para un valor nominal de 500 francos), o sea un precio al que nunca habían llegado. El razonamiento de los banqueros y de otros financieros era simple: si Francia tomaba el control de Túnez, se reestructuraría de nuevo la deuda y se indemnizaría a los acreedores. Y no estuvieron equivocados: la reestructuración de la deuda tuvo lugar en 1884, durante el segundo mandato de Jules Ferry y se pidió la contribución del Tesoro público para satisfacer a los banqueros.

La agencia Havas que pertenecía al banquero Erlanger, desde 1879, participó en una campaña mediática a favor de la intervención francesa.

Francia estaba esperando una ocasión favorable para ejecutar el acuerdo. La dificultad para Jules Ferry, presidente del consejo, era que tenía que convencer a la Cámara de diputados, ya que significaba una intervención militar.

Como ya se indicó, la diplomacia francesa continuó la provocación con la intención de que produjera un incidente o una ocasión que justificara una intervención de Francia. Théodore Roustan, el cónsul de Francia, maniobraba para ello. En mayo de 1880, este cónsul escribía al barón de Courcel, muy influyente en la diplomacia francesa (a partir de 1881 fue embajador en Berlín y en 1884-1885 participó en la conferencia sobre el reparto colonial de África) [50] «Debemos esperar y preparar nuestros motivos para actuar antes que nuestros medios de acción. La estupidez del gobierno tunecino nos ayudará a hacerlo». El conflicto entre la tribu argelina de los Ouled Nahd y los Krumir tunecinos ofreció la ocasión para lanzar una intervención militar francesa de gran amplitud. Hacia fines de febrero de 1881, a continuación de numerosos diferendos entre las dos tribus, los Ouled Nahd «argelinos» atacaron el campamento de los Krumir «tunecinos». Murieron cinco Ouled Nahd y tres Krumir.

El cónsul francés estaba exultante: «No tendríamos mejor ocasión para actuar aquí y para actuar solos ya que es una cuestión en la cual las otras potencias no tienen nada que ver». Para vengar sus muertos, el 30 y 31 de marzo, de 400 a 500 miembros de la tribu nómada de los Krumir atacaron dos veces a la tribu de Ouled Nahd en territorio argelino, pero se vieron rechazados por tropas francesas; en esos combates fueron muertos cinco soldados franceses. [51]

Jules Ferry obtuvo un crédito del parlamento para «restablecer el orden». Aquí vemos cómo Jules Ferry presentaba, de manera totalmente hipócrita y mentirosa, la demanda de crédito de guerra, el 11 de abril de 1881 a la Asamblea nacional: «Iremos a Túnez para castigar las fechorías que conocéis, también vamos, al mismo tiempo, para tomar todas las medidas que podrán ser necesarias para impedir que esos hechos se produzcan de nuevo. El gobierno de la República no busca conquistas, no son necesarias (grandes aplausos desde la izquierda y desde el centro); pero recibió en depósito de los gobiernos que la precedieron esa magnífica posesión argelina que Francia glorificó con su sangre y fecundó con sus tesoros. Irá en esta represión militar que comienza hasta el punto que sea necesario para poner a resguardo, en forma seria y duradera, la seguridad y el futuro de esa Francia africana (nuevos aplausos)». [52]

Se enviaron 24.000 soldados contra los Krumir.

El tratado del Bardo fue validado por una aplastante mayoría en la cámara de diputados francesa. Un solo diputado votó en contra, el valiente socialista Alfred Talandier [53] . Ese tratado del 12 de mayo de 1881 fue firmado por el Bey de Túnez y el gobierno francés. Se instauraba así un protectorado francés en Túnez. Por miedo a que los franceses lo destronasen, ya que tenían en reserva a su hermano Taïeb, el Bey se sometió y confió «al residente general de Francia» todos sus poderes en los ámbitos de las relaciones exteriores, de la defensa del territorio y de la reforma de la administración.

Hay que señalar que algunos meses más tarde, Francia, bajo la conducción de Jules Ferry, reforzó su acción militar en Indochina para extender su dominio colonial. Durante el verano de 1881, Ferry hizo votar en la Asamblea nacional créditos para una ofensiva militar en Tonkin [54] . Francia utilizaba de nuevo un pretexto para justificar sus maniobras coloniales.

El ejército francés ocupó Túnez en octubre de 1881 y tomó la ciudad santa de Kairuán a fines de ese mismo mes. [55]

Ante la resistencia de la población y en particular de las tribus tunecinas que se rebelaron [56] , se incrementó la intervención francesa. El cuerpo expedicionario francés aumentó hasta 50.000 soldados. Francia, por la convención de La Marsa de junio de 1883, despojó al Bey de lo que quedaba de autoridad e instituyó una administración directa de Francia en el país.

Tanto el Tratado del Bardo (1881) como la Convención de La Marsa (1883) contienen disposiciones muy claras con respecto a la deuda como herramienta de sumisión y expoliación. El artículo 7 del Tratado del Bardo decretaba que: «El Gobierno de la República francesa y el Gobierno de Su Alteza el Bey de Túnez se reservan de fijar, de común acuerdo, las bases de una organización financiera de la Regencia, que tenga como función asegurar el servicio de la Deuda pública y garantizar los derechos de los acreedores de Túnez.» El artículo 2 de la Convención de La Marsa precisaba: «El Gobierno francés garantizará, en ese momento y bajo las condiciones que le parezcan mejores, un empréstito a emitir por su Alteza el Bey, para la conversión o el reembolso de la deuda consolidada que se eleva a la suma de 125 millones de francos y de la deuda flotante hasta un máximo de 17.550.000 francos. Su Alteza el Bey se prohíbe contraer, en el futuro, ningún empréstito por cuenta de la Regencia sin la autorización del Gobierno francés.»

1. Dos siglos de conflictos sobre las deudas soberanas

2. Un libro que pone nuevamente de actualidad la «deuda odiosa»

3. ¿Por qué las élites del Sur Global son favorables al endeudamiento? Cómo los acreedores consiguieron ventajas sobre los Estados deudores y cómo se está respondiendo a ese hecho

4. Volvemos a hablar de la deuda como instrumento colonizador: La deuda de Túnez y Egipto en el siglo XIX y su colonización por Francia y Gran Bretaña, respectivamente


Traducido por Griselda Piñero

[1]  Sovereign Debt Diplomacies. Rethinking Sovereign Debt from Colonial Empires to Hegemony, Editado por Pierre Pénet y Juan Flores Zendejas, Oxford University Press, 2021

[2]  Capítulo 3. Foreign Debt and Colonization in Egypt and Tunisia (1862-82), por Ali Coşkun Tunҫer

[3]  “their function of restoring creditworthiness of debtor governments, and their contribution to the modernization of state finances” p. 74

[4]  “in the case of Egypt and Tunisia, international financial control organizations became obstacles to the ongoing colonization process by Britain and France, rather than instruments.” p. 91

[5]  Jean Batou. L’Égypte de Muhammad-’Ali. Pouvoir politique et développement économique, 1805-1848. Annales. Économies, Sociétés, Civilisations. 1991- 46º año, nº2. pp. 401-428 [en Internet

[6]  Georges Corm, 1982 «El endeudamiento de los países en vías de desarrollo: origen y mecanismo», en Sánchez Arnau, J.C., coord. 1982, Deuda externa y desarrollo, Editorial Tercer Mundo, Bogotá, 1982 y Sánchez Arnau J.C.; Corm Georges, Debt and development, Praeger Special Studies, Praeger Publishers inc. Santa Bárbara, California, 1982. Con respecto a la experiencia japonesa del Meiji que menciona Georges Corm, hay que señalar que Japón prácticamente nunca recurrió al endeudamiento externo para realizar un importante desarrollo económico y transformarse en una potencia internacional en la segunda mitad del siglo xix. Japón tuvo un importante desarrollo capitalista autónomo luego de las reformas del periodo Meiji (iniciado en 1868) que impidieron, entre otras cosas, la penetración financiera de Occidente en su territorio, al mismo tiempo que se suprimía cualquier traba a la circulación de capitales autóctonos. A fines del siglo xix, Japón pasó de una autarquía secular a una fuerte expansión imperialista. Para saber más sobre el tema leer Perry Anderson, El Estado Absolutista, Siglo xxi de España Editores, Madrid, 2007. También se puede descargar en https://lahistoriadeldia.files.wordpress.com/2016/02/anderson-perry-el-estado-absolutista.pdf, sobre el paso del feudalismo al capitalismo en Japón.

[7]  Literalmente virrey. Título hereditario concedido por el Imperio otomano al gobernador de Egipto. *Nota de la traductora: Gran Bretaña, Inglaterra, Reino Unido, siempre nos referimos al mismo país. El Acta de unión de 1800 de Gran Bretaña (Escocia a su vez se había unido a Inglaterra por el Acta de Unión de 1707) con Irlanda recibió el asentimiento real el 1 de agosto de 1800 y fue efectiva a partir del 1 de enero de 1801. Desde ese momento se llamó Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda. A partir de 1927, pasó a ser Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Evidentemente el principal poder estuvo y está en Inglaterra.

[8]  Véase sobre esta cuestión: Jean Batou Cent ans de résistance au sous-développement. L’industrialisation de l’Amérique latine et du Moyen-Orient face au défi européen. 1770-1870. Universidad de Genève-Droz, 1990, capítulo 8, p. 221 à 283. [Cien años de resistencia al subdesarrollo. La industrialización de América Latina y de Oriente Próximo frente al desafío europeo. 1770-1870

[9]  En los años 1822-1825, hubo un flujo muy importante de préstamos de los banqueros de Londres y París hacia Grecia y, en particular, hacia los nuevos Estados independientes de América Latina. Entre 1822 y 1825, los banqueros de Londres prestaron 20 millones de libras esterlinas a los nuevos líderes latinoamericanos (Simón Bolívar, José de San Martín, Antonio Sucre…) que culminaban la lucha por la independencia contra la corona española. Los dos empréstitos griegos de 1824-1825 en la plaza de Londres se elevaban a 2,8 millones de libras esterlinas, o sea, el 120 % del PIB de Grecia en esa época.

[10]  Esta lista de países que entraron en suspensión de pagos entre 1873 y 1876 proviene de Carmen Reinhardt y Kenneth Rogoff, Esta vez es distinto: Ocho siglos de necedad financiera. Fondo de Cultura Económica de España, Madrid, 2011. Véase también para América Latina, Carlos Marichal, 1988. Historia de la deuda externa de América latina, Alianza Editorial, Madrid, 2002; Carlos Marichal, 1989. A century of debt crises in Latin America, Prince­ton, University Press, Princeton. Este libro está disponible gratuitamente en la web del CADTM https://www.cadtm.org/A-century-of-debt-crises-in-Latin-America-from-independence-to-the-Great

[11]  Mazerat a Letourner, director en la sede lionesa el 4 de abril de 1872, citado por Jean Bouvier en «Les intérêts financiers et la question d’Égypte (1875-1876)», Presses Universitaires de France, Revue Historique, T. 224, Fasc. 1, 1960

[12]  Carta del ministro francés Waddington a su embajador en Londres Georges d’Harcourt del 21 de julio de 1878.

[13]  Hanotaux, Histoire de la France contemporaine (1871-1900), IV, pp. 388-89. 

[14]  «The new government formed by the Khedive in 1878 refused any kind of arrangement involving foreign intervention, and the negotiations came to a dead end. To overcome the crisis, the six Great Powers pressed the Porte to replace the Khedive, who was forced to abdicate in favour of his son, Prince Tewfik (Tunçer, 2015). » (p. 89 del libro)

[15]  “French and British governments were in agreement to keep Khedive Tewfik in power against the nationalist movement to protect the interests of the bondholders.” (p. 89 del libro)

[16]  “However, because of the political implications of the Law of Liquidation (o sea, la ley que reestructuraba la deuda egipcia según la voluntad de los acreedores. Nota de Éric Toussaint) , there were signs of nationalist opposition to European control. This movement consisted of a coalition of different interest groups. Landowners were concerned about the increases of taxes and the amount of land which was being seized for non-payment of debt following the Mortgage Law of 1876. The bureaucrats were concerned with the extensive employment of Europeans in the civil service. Military officers were laid off because of attempts of the financial control to reduce military expenditure. Finally, religious notables, or ulama, were concerned by the Christian rule and consequent changes in the law. These groups turned into an effective force only in 1881 when they allied with the nationalist army officers led by Colonel Arabi » (p. 89)

[17]  « once the violent attacks on Europeans in Alexandria started taking place, this led to the fear that the bondholders’ agreement could be suspended once again. As a result, in 1882 English forces launched a military campaign—in which France, the Ottoman Empire, and other powers did not participate. Following the military intervention, the Great Powers assembled a conference in Istanbul in June 1882 and a few months later, in September 1882, British forces defeated the Egyptian army » (p.89)

[18]  El libro La acumulación del capital se puede descargar gratuitamente en  https://www.marxists.org/espanol/luxem/1913/1913-lal-acumulacion-del-capital.pdf

[19]  « Traditional historiography on the late-nineteenth-century international financial control organizations approaches them in the context of the imperialism debate since one of the consequences of this kind of European intervention was the loss of fiscal and/or political sovereignty of debtor states. More recent views, however, emphasize their function of restoring creditworthiness of debtor governments, and their contribution to the modernization of state finances. » (p. 74)

[20]  “The revisionist views expressed in Suter (1992), Esteves (2013), Mitchener and Weidenmier (2010), and Tunçer (2015) put more emphasis on their creditworthiness restoring function.” (note 4, p. 74)

[21]  « Given that in two cases, Tunisia and Egypt, the process of foreign borrowing, default, and European intervention eventually gave way to the colonization of these countries, it is not possible to completely disregard the traditional conceptualization of international financial control as instruments of imperialism. » (p. 74)

[22]  http://www.chassan.org/ismailia/book/histoire%20canal/hist_003.htm Véase también http://www.lesclesdumoyenorient.com/Le-protectorat-britannique-en.html

[23]  Citado por Jean Bouvier, «Les intérêts financiers et la question d’Égypte (1875-1876)», Presses Universitaires de France, Revue Historique, T. 224, Fasc. 1, 1960.

[24]  Véase:http://treaties.fco.gov.uk/docs/fullnames/pdf/1940/TS0029%20%281940%29%20CMD-6244%201940%2017%20JUL,%20CAIRO%3B%20CONVENTION%20RELATIVE%20TO%20ABOLITION%20OF%20CAISSE%20DE%20LA%20DETTE%20PUBLIQUE%20EGYPTIENNE.pdf

[25]  Véase también, Éric Toussaint, Banco Mundial. El golpe de Estado permanente, El Viejo Topo, Intervención Cultural, Mataró, 2007

[26]  También se cuestionaban otras medidas tomadas por el Bey: la nueva constitución dictada por el cónsul francés en 1861, la reforma de la justicia que, en general, la encarecía y la hacía menos accesible a las tribus nómades.

[27]  Jean Ganiage, 1959. Les origines du Protectorat français en Tunisie, Presses Universitaires de France, Paris, 1960 et Maison tunisienne de l’édition, Tunis, 1968.Citado en la página 193.

[29]  Finalmente la mejba que antes de la revuelta era de 36 piastras y que había sido aumentada a 72 piastras en 1864 con el fin de pagar la deuda, fue reducida en 1865 a 20 piastras.

[30]  Ali ben Ghedahem, jefe de la tribu de los Majer de la región de Kasserine, es una de las figuras emblemáticas de la revuelta que surgió a partir de marzo-abril de 1864 contra el poder beilical. Después de haber negociado una suspensión de las hostilidades en julio de 1864 a cambio de importantes concesiones del Bey, Ghedahem retomó las armas en el otoño. Fue encarcelado en 1886 y murió, probablemente asesinado, en una mazmorra en La Goulette en 1867.

[31]  El cónsul francés, Charles Beauval, plenipotenciario de Francia en Túnez, jugó a dos bandas. Mientras que oficialmente. Francia respaldaba al Bey, el cónsul negociaba con el principal líder de la revuelta, Ali ben Ghedahem, en caso de que se decidiera derrocar al Bey. La correspondencia fue puesta pública por Ali ben Ghedahem en agosto de 1864 y denunciada por el cónsul británico que protestó contra el doble juego de Francia. Véase Jean Ganiage, op.cit., pp. 212-213 y 222.

[32]  Jean Ganiage, op. cit., p. 227-228.

[33]  En realidad la suma efectivamente transferida al Tesoro tunecino fue inferior, y no superó los 18 millones de francos. Es lo que afirmaba Victor Villet, inspector de finanzas francés en un informe del 19 de mayo de 1872.

[34]  Semaine financière, 25 de marzo de 1865.

[35]  Citado por Jean Ganiage, op. cit., p. 248.

[36]  Véase http://fathichamkhi.over-blog.com/article-aux-origines-du-colonialisme-la-question-de-la-dette-en-tunisie-73111766.html

[37]  En lo que concierna a Alphonse Pinard véase: http://www.persee.fr/doc/hes_0752-5702_1998_num_17_2_1987. Le Comptoir national d’escompte de París (CNEP), dirigido por Alphonse Pinard, es uno de los cuatro bancos que originan el BNP Paribas. Fundado en 1848, se llamó Comptoir d’escompte de Paris (CEP) desde 1853 hasta 1889. En ese año este banco estuvo involucrado en uno de los mayores escándalos financieros de l historia bancaria francesa: el escándalo de Panamá. A. Pinard también tuvo un papel activo en la creación de la Société Générale. https://fr.wikipedia.org/wiki/Comptoir_national_d’escompte_de_Paris

[38]  Alexander Nahum Sack. 1927. Les effets des transformations des États sur leurs dettes publiques et autres obligations financières, Recueil Sirey, Paris. Véase el documento completo en descarga libre en la web del CADTM: http://cadtm.org/IMG/pdf/Alexander_Sack_DETTE_ODIEUSE.pdf Para ejemplos concretos de la aplicación de la doctrina de la deuda odiosa, véase https://es.wikipedia.org/wiki/Deuda_odiosayhttp://cadtm.org/La-posicion-del-CADTM-Belgica

[39]  Para hacerse una idea de la magnitud de los desvíos: la fortuna del ministro tesorero del Bey, el caïd Nessim, que huyó de la capital tunecina en plena revuelta, el 8 de junio de 1864, y se instaló en París viviendo con el mayor lujo, fue evaluada en cerca de 17 millones de francos, el equivalente a un año y medio de los ingresos del Estado tunecino. Véase J. Ganiage, op.cit., p.197. La fortuna amasada por Mustafá Khasnader era aún más grande. 

[40]  https://global.britannica.com/biography/Emile-Erlanger

[41]  Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Segundo_Imperio_Mexicano. Véase Carlos Marichal, 1989, Historia de la deuda externa de América Latina, Alianza Editorial, Madrid, 1992.

[42]  Jean Ganiage, op.cit., p.240

[43]  Jean Ganiage, op.cit., p. 260

[44]  Jean Ganiage, op. cit., p. 313

[45]  Jean Ganiage, op. cit., pp. 319-320.

[46]  Nicolas Stoskopf, «Alphonse Pinard et la révolution bancaire du Second Empire». Histoire, économie et société, 1998, 17º año, n°2. pp. 299-317.Disponible en: http://www.persee.fr/doc/hes_0752-5702_1998_num_17_2_1987 (Consultado el 22 de mayo de 2016).

[47]  En 1879, la Agencia Havas fue comprada por el barón Émile d’Erlanger y transformada en sociedad anónima con un capital de 8,5 millones de francos. Véase https://es.wikipedia.org/wiki/Havas

[48]  Karl Marx, El Capital, Libro I, capítulo xxiv: La llamada acumulación originaria, sección 6: Génesis del capital industrial. Ediciones Akal, Madrid (1ª edición 1977. Reimpresión 2016)

[50]  Véase: https://fr.wikipedia.org/wiki/Alphonse_Chodron_de_Courcel

[51]  Véase: Ministerio de la Guerra, L’expédition militaire en Tunisie. 1881-1882, éditeur militaire Henri-Charles Lavauzelle, Paris, 1898, p. 10 y siguientes. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k6472082k

[52]  Journal officiel, 12 de abril de 1881, p. 850.

[53]  Véase su interesante biografía en:  http://www2.assemblee-nationale.fr/sycomore/fiche/%28num_dept%29/8248. Se debe señalar que este diputado también se opuso a la intervención de Francia en Tonkin algunos meses más tarde.

[54]  Véase varias webs: https://www.google.es/#q=conquista+de+Tonkin

[55]  Se encontrarán varios discursos de Jules Ferry pronunciados a partir de noviembre de 1881 e informes de debates parlamentarios relativos a la intervención en Túnez en: https://archive.org/stream/discoursetopinio05ferruoft/discoursetopinio05ferruoft_djvu.txt

[56]  Para hacerse una idea de la resistencia tunecina, véase la parte dedicada a la intervención militar francesa en https://fr.wikipedia.org/wiki/Conqu%C3%AAte_de_la_Tunisie_par_la_France y castellano se puede consultar la historia de Túnez en https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_T%C3%BAnez

doctor en Ciencias políticas de la Universidad de Lieja y de la Universidad de París VIII, es el portavoz del CADTM internacional y es miembro del Consejo Científico de ATTAC Francia. Es autor de diversos libros, entre ellos: Capitulación entre adultos. Grecia 2015: Una alternativa era posible, El Viejo Topo, Barcelona, 2020; Sistema Deuda. Historia de las deudas soberanas y su repudio, Icaria Editorial, Barcelona 2018; Bancocracia Icaria Editorial, Barcelona 2015; Una mirada al retrovisor: el neoliberalismo desde sus orígenes hasta la actualidad, Icaria, 2010; La Deuda o la Vida (escrito junto con Damien Millet) Icaria, Barcelona, 2011; La crisis global, El Viejo Topo, Barcelona, 2010; La bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos, Gakoa, 2002. Ha sido miembro de la Comisión de Auditoria Integral del Crédito (CAIC) del Ecuador en 2007-2011. Coordinó los trabajos de la Comisión de la Verdad Sobre la Deuda, creada por la presidente del Parlamento griego. Esta comisión funcionó, con el auspicio del Parlamento, entre abril y octubre de 2015. El nuevo presidente del Parlamento griego anunció su disolución el 12 de noviembre de 2015.

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